domingo, 30 de julio de 2017

NAHUALLI


NAHUALLI
-Novela de Miguel Sánchez-

El Instituto Estatal de la Cultura del Estado de Guanajuato creó a partir del 2015, el Fondo para las Letras Guanajuato. Creó seminarios de novela, cuento y poesía. En su primera generación, el seminario de novela estuvo dirigido por el escritor Eusebio Ruvalcaba y tuvo una duración de diez meses. Participaron veintiún escritores del estado, provenientes principalmente de los municipios de León, Guanajuato y Celaya. Al finalizar el seminario, cada autor presentó el trabajo que hizo a lo largo del tiempo de tutoría para ser considerado como material publicable. Editorial la Rana consideró que la novela Nahualli de Miguel Sánchez, integrante del taller literario Diezmo de Palabras, que sesiona en la Casa de la Cultura de Celaya, tenía los merecimientos suficientes para ser publicada. Es la primera novela que se publica bajo este nuevo sistema de selección.
Nahualli es del género fantástico, está plagada de aventuras, es para público tanto juvenil como adulto. Es una novela que rescata la creencia mesoamericana del nagual, que es un ser sobrenatural o un brujo que ha poseído el cuerpo de un animal salvaje, además hay referencias a los dioses mexicas y algunos de sus personajes tienen nombre náhuatl.
En plena revolución mexicana, en el sureste del país, unas bolas de fuego aparecen volando sobre los cerros. Durante este fenómeno los animales comienzan a tener un comportamiento extraño y agresivo. El chamán del pueblo considera que se están presentando las señales del Chulel y que vendrán tiempos muy peligrosos. Después aparecen naguales dispuestos a depredar a los pueblos. A través de las páginas acompañamos a los personajes de raigambre indígena en sus aventuras huyendo de ellos y enfrentándolos. Algunos se ven separados de sus familias y entre tanto peligro harán todo por reunirse con sus seres queridos, mientras otros irán hacia Mictlán, que es el lugar de los muertos, para hacerles una ofrenda a los dioses con la finalidad de que los protejan de los naguales. “Somos partícipes de una trama de acción, misterio y terror, en una historia que conjuga igualmente la magia de los arcanos, la voluntad de lucha y la carrera contra el tiempo” escribe Aleqs Garrigóz para la contraportada del libro.  


NAHUALLI
Miguel Sánchez
(Fragmento)

Ohtonqui abrió los ojos. A través de la maleza que lo cubría vio la luna. Se había acostado cuando declinaba la tarde. Se sentía repuesto. El fresco de la noche lo alentaba a mover las piernas. Aliado con las sombras caminaba con seguridad por una llanura. El aire soplaba, al sentir la tierra en sus fosas nasales inclinó la cabeza. Metió la diestra en su morral, agarró un recipiente de barro, lo agitó. Una sonrisa se delineó en su rostro al comprobar que todavía contaba con algo de líquido. Escuchó una voz masculina:
—Muchacho.
Ohtonqui volteó con celeridad descolgando su arco. A unos metros de él vio a un hombre. Llevaba sombrero. Bajo su gabán se distinguía pantalón y camisa de manta. El individuo dio un paso, con la mano derecha  arrastró algo.
—Los tiempos no están para andar solo en estos caminos de Dios –dijo el desconocido.
Ohtonqui miró atrás del hombre, no vio a nadie más. Volvió a colgar el arco en su hombro. El individuo dio otro paso con mucha lentitud. Intentó mover el bulto con su mano derecha, no le fue posible. Sólo con las dos manos consiguió arrastrarlo un poco. Ohtonqui se le acercó. Se acentuaban las arrugas del desconocido por el esfuerzo. Ohtonqui levantó el bulto, lo cubría  una sábana atada en sus cuatro esquinas Se lo colocó en el hombro. Frunció las cejas al comprobar que no era tan pesado. Después miró al sujeto de rostro cansado, sus mejillas las cubría una barba blanca.
Avanzaron. Otilio con la mirada baja. El viento persistía, levantaba la tierra.
—Yo soy Gaspar Curtidor –se presentó el anciano– ya no me resulta tan sencillo caminar. A través del tiempo las décadas se acumulan en las rodillas. Cada vez me cuesta más trabajo dar un paso, la tierra parece que me jala. ¡Qué le vamos a hacer! Polvo somos y en polvo nos convertiremos.
El viejo levantó la cara y observó el cielo.
—Pero no camines tan rápido muchacho –continuó el desconocido– tenemos todo el tiempo por delante. Yo nací en Chamula. Crecí entre cerros y mírame entre montes sigo.
La voz del anciano era clara, sus palabras fluían firmes como el afluente de un río.
—¿Cómo te llamas?
—Ohtonqui –respondió mientras se cubría la boca con ambas manos.
—Eres muy joven, muchacho. Hay muchas cosas que no has visto, que jamás verás. A mí con los años se me ha afilado el instinto. La vida ya no me hace pendejo. Se distinguir una calamidad aunque venga disfrazada de algo venturoso. Esto que le llaman experiencia no se consigue gratis, muchacho. El buen juicio se logra mientras se te arquea la espalda, la vista se te cansa y los huesos se te debilitan –el anciano miró hacia el cielo– hay que estar todo el tiempo alerta.
Ohtonqui se tapaba los ojos con las manos y miraba al viejo. No entendía cómo podía hablar entre esa ventisca. La tierra le impedía verle con claridad la cara al hombre.
—El que la tierra entre a tus ojos es un mal menor –continuó el viejo– cuidado con las luces, muchacho. Esas ruedas de fuego son el verdadero peligro. Mientras se desplazan en las alturas escupen su maldición. Si no quieres terminar convertido en una bestia carnívora debes mantenerte alejado de esas luces. Debes creerme, muchacho.
—Tomaré en cuenta sus palabras, gracias, cof, cof... He visto tantas cosas raras en los últimos días que ya todo me resulta posible, cof, cof, cof.
—Tras esa hilera de montañas –el anciano señaló hacia el frente– se encuentra mi casa. Mi adorado pedacito de tierra donde aguardan mi llegada mi mujer, un hijo, mi nuera y tres nietecitos.
Ohtonqui levantó la vista, pero no pudo ver nada entre la obscuridad plagada de tierra.
—Algo se mece en ese árbol –dijo el viejo– sin duda es un ahorcado. No recuerdo una temporada de sosiego en estas tierras. Todo el tiempo nos estamos matando porque el mundo no gira a nuestro antojo. ¿Has combatido en alguna batalla?
—No.
—En el ejército antes de enseñar a los soldados a disparar un arma, les endurecen el corazón. Nunca hay lágrimas suficientes para que se los ablanden. Yo le pedía al coronel con las manos muy pegaditas al pecho que me dejara ir. Mi familia me esperaba. Me comía las lágrimas mientras suplicaba. Pero el coronel me miró como se mira a un puerco antes de mandarlo con el carnicero. Escupió al suelo y dio la orden de que me colgaran.
Ohtonqui tragó saliva y volteó a ver a su acompañante en el momento en que éste miraba al cielo con detenimiento.
—Me pasaron tantas cosas por la cabeza en ese momento –agregó el anciano.
—Yo nunca he visto a la muerte tan de cerquita. No sé cómo reaccionaría ante algo así.
—¡Es terrible! Pensé que nunca volvería a ver mi casa. Hace tanto tiempo de eso. Apenas puedo creer que esté tan cerca.
—¿Ha combatido, cof, cof, en esta revolución? –preguntó Ohtonqui cambiándose el bulto al hombro donde llevaba su arco.
—Esta guerra, la de hace 20 años, la de hace 30 o la de hace 100 quizá sea la misma. Quizá no deberíamos contar el tiempo con años y décadas. Tal vez fuera mejor hacerlo con batallas y guerras, también son cíclicas y nuestras ambiciones eternas… Yo tenía mis convicciones, mis creencias, por eso me enrolé con la disidencia, pero tal vez fue porque la vejez me había llenado de telarañas el entendimiento y no supe lo que hacía.
Caminaron cerca de tres horas. El viento fue amainando. De trecho en trecho Ohtonqui miraba a su acompañante a la cara. Quería comprobar que la voz que escuchaba en verdad salía de su boca. Por momentos tenía la impresión de que ese fluir de oraciones las traía el vientos de un lugar lejano.
Llegaron a una loma. Al comenzar el ascenso Ohtonqui sintió una mano fría posarse en su brazo izquierdo, en el momento en que el anciano trastabilló.
—Ayúdame, muchacho, mis piernas ya no responden en estos terrenos tan desiguales.
Mientras subían, la sensación de frío en el brazo de Ohtonqui se intensificó.
—¡Ahí está mi casa! –dijo el viejo cuando estuvieron en lo más alto de la loma.
El anciano soltó a Ohtonqui. Debajo de su gabán sacó una cajita de mimbre, se la entregó.
—Para ti. Gracias por todo.
Ohtonqui vio su contenido y guardó la caja en su morral. El viejo  comenzó a descender. Abajo se veía las siluetas de unos muros. A pesar de que Ohtonqui descendía con rapidez, veía la espalda del viejo alejarse, como si se tratara de ropas que se las lleva un fuerte viento.
—Después de tantos años vuelvo a estar aquí –dijo el anciano e ingresó a la vivienda.
La casa no tenía puerta. Al entrar Ohtonqui pudo ver algunas estrellas por los varios agujeros que tenía el techo de la habitación, a falta de algunas tejas. Había una mesa y dos sillas. Ohtonqui pasó el dedo pulgar sobre la superficie de la mesa. Su dedo quedó negro. Igualmente las sillas presentaban una capa de polvo. En una esquina se hallaba un trastero con algunas vasijas de barro, cubierto todo con telarañas. El anciano no estaba.
—Gracias, muchacho. Sin ti nunca hubiera llegado.
Ohtonqui pasó a la siguiente habitación. Tuvo que agacharse porque los maderos que sostenían el techo se habían venido abajo. Andando entre los escombros volvió a escuchar a su acompañante:
—Estoy otra vez con los míos gracias a ti.
Ohtonqui salió de ese cuarto derruido. Llegó a los corrales. Estaban vacíos. No veía por ningún lado al anciano. El viento se había convertido en una leve brisa que le acariciaba el rostro. Dio una vuelta completa a la casa. Sus escrutadores ojos no podían localizar al viejo, sin embargo volvió a oír su voz. Eran como palabras que las hubiera traído el viento de un lugar lejano:
—Gracias por traerme, muchacho.
Ohtonqui bajó al suelo el bulto que le había dejado su acompañante. Lo desató. Quedó al descubierto un cráneo entre varios huesos humanos.


Miguel Sánchez Martínez (15 de diciembre de 1971, Cortazar, Guanajuato). Entre los talleres en los que ha participado se cuentan el de poesía impartido por Ricardo Yáñez, en la Casa de la Cultura de Celaya (Septiembre de 1994-agosto de 1995); Umbela, a cargo de Félix Meza, en la Casa del Diezmo de Celaya (septiembre de 1996-agosto de 1998); Taller literario Jorge Ibargoengoitia, a cargo de Javier Macías en la Casa del Diezmo de Celaya (septiembre de 2000-agosto de 2003); Taller literario Cortazar, impartido por Armando Gómez Villalpando. En el Centro Cultural Cortazar (julio-septiembre de 2011) además el Taller Literario Diezmo de Palabras, fundado por Herminio Martínez y coordinado por Julio Edgar Méndez (enero de 2011- julio de 2017), en la Casa de la cultura de Celaya.

Entre sus publicaciones, ha participado en las antologías: Descontar el hambre (Chile, FAO, 2010) y El oro de los trigos (Casa de la Cultura de Celaya, 2011). Publicó El libro de los terrores (12 Editorial) en 2015. 


*Texto publicado en El Sol del Bajío, Celaya, Gto. 

domingo, 23 de julio de 2017

LOS GASES DE LA MUERTE Y OTRAS NARRACIONES


LOS GASES DE LA MUERTE Y OTRAS NARRACIONES
-Sucesos extraordinarios al estilo de Carlos Javier Aguirre-

La leyenda es, según algunos: “Un suceso en la comunidad fuera de lo ordinario que afecta a la población, sin una explicación lógica de los hechos. De origen espontáneo y popular, su naturaleza oral genera que haya cambios conforme el paso del tiempo”. Los años dan forma a una serie de leyendas que son conocidas con distintas versiones según la zona donde se ubique el narrador. En nuestro Celaya existen muchas historias de conocimiento público y otras no tan conocidas, que han sido recopiladas por nuestro compañero del Diezmo de Palabras, Carlos Javier Aguirre Valderrama. Médico veterinario zootecnista, con estudios en desarrollo rural y liderazgo, ha recogido a lo largo y ancho de nuestro municipio estas narraciones extraordinarias y las recupera, para beneficio de quienes gustan de las leyendas, en versiones divertidas, con un estilo llano y directo. Carlos ha sido publicado en distintos medios y también en Cuentos del sótano, de Editorial Endora; en El oro de los trigos, del Sistema municipal de arte y cultura de Celaya y en la serie de cuentos Miguel Artigas, en España. Vale.
JEM

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DOÑA PERPETUA
Carlos Javier Aguirre Valderrama

La señorita Perpetua Ontiveros, hija única de una de las familias de más abolengo en la ciudad de Celaya, con domicilio en la primera calle de Madero, había sido desde chica muy enfermiza, con  ataques que la dejaban inconsciente durante varias horas. Su padre era un rico hacendado.  La familia pasaba  largas temporadas  en el municipio de San  Diego de la Unión. Por sus constantes  enfermedades y su aislamiento fue una experta en egoísmo. Era embustera y mezquina, pero su dinero  le reportaba cierto respeto con sus amigas, aunque fueron muy pocas.
Un día de mayo  ya no despertó. Se  dispuso  todo para su entierro en la cripta familiar. La vistieron, le colocaron sus aretes de diamantes, un broche de esmeraldas y un anillo brillante del tamaño de un garbanzo. Su papá pidió verla por última vez. Destaparon la caja. El enterrador se quedó asombrado de las joyas que traía la muerta.
Por la noche,  el sepulturero cerró el panteón desde adentro. Fue hacia la cripta de la señorita Perpetua. Abrió la caja. Empezó por quitarle los aretes y el broche. Pero por más esfuerzo que hacía en sacarle el anillo, no podía. Agarró las  tijeras de jardinero que tenía al lado y le cortó el dedo. Doña perpetua se dio el sentón  y el sepulturero cayó sobre ella.
Macabro hallazgo al día siguiente para los trabajadores del turno matutino del panteón. Encontraron  la caja de la señorita Perpetua abierta y al sepulturero sin vida, encima de ella, con el anillo en la mano.



LOS GASES DE LA MUERTE
Carlos Javier Aguirre Valderrama

La familia Vázquez, con actitudes  muy enraizadas con la religión católica, vivía por el barrio de San Miguel. Desde que llegaron a vivir a esa casa empezaron a suceder cosas extrañas. Por las noches se  escuchaba el ruido de cadenas, llantos lastimeros y voces; los objetos cambiaban de lugar; los trastes de la cocina caían en el suelo sin ninguna razón lógica; las sillas del comedor tuvieron que amarrarse para que no salieran volando por alguna ventana.
Una mañana, don Pedro Vázquez, entre sueños, despertó a su esposa Ana:
—¡Despierta! El muerto quiere decirme algo, lo tengo sentado junto a mí. Dice que el Viernes Santo a la media la noche,  en el patio, debo de estar con dos niños vestidos de blanco, con una vela cada uno, deberemos de rezar el Rosario. En algún lugar del patio empezará a salir de la tierra un árbol. Ahí tendré que escarbar. Lo que encuentre nos hará  muy felices.
Al día siguiente decidieron mejor cambiarse de casa. Se fueron por el rumbo del barrio de la Resurrección. Ahí las cosas no fueron muy diferentes, los sucesos extraños se mantuvieron.
En las noches, en el patio se podía distinguir una llamarada. Desprendía unas esferas azuladas, desplazándose en diferentes direcciones hasta perderse de vista. La familia entró en pánico cuando vio que del piso empezaba a salir un pequeño árbol.
En una ocasión su compadre Julio lo vio en el jardín, caminaba cabizbajo.
—¿Qué le pasa, compadre?
—Que el muerto no nos deja tranquilos.
—Mire, compadre, deme permiso de escarbar ahí donde dice usted que sale como lumbre
—Bueno, si usted gusta el fin de semana.
El sábado, el compadre empezó a escarbar. De rato salió del hoyo sumamente  pálido con la mirada perdida.
—¿Qué pasó, compadre?
—Creo que ya me llevó la tiznada. Por la ambición creí que le había pegado a un cántaro de barro, pero empezó a salir un gas.
No dijo más, perdió el conocimiento y dejó de respirar.

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EL CRUCIFIJO
Carlos Javier Aguirre Valderrama

Todo sucedió a finales del siglo pasado. La mayoría de la gente que vivía en el barrio de san Antonio, siempre andaba con temor por tantas historias de fantasmas que se contaban. Una tarde doña Chole encontró a su comadre Zenaida.
—¿Cómo estás, comadre?
—Muy mal, Chole, figúrate que ya no puedo dormir por la pura preocupación. Hasta mi marido que era muy andariego dejó de salir por la noche, y todo por el miedo de los aparecidos.
—Yo estoy igual de asustada. Todas las noches escucho los cascos de caballos que jalan una carreta. El vehículo se detiene y baja  una novia vestida de blanco. Mucha gente también la ha visto, dicen que es una nueva aparecida. Primero fue la taconeadora, luego la marrana infernal, después la mujer con cara de mula.
—¿Qué sugieres que hagamos, Chole?
—Traer al Obispo y empezar con los rezos. Mira, por lo pronto yo voy a poner un crucifijo  en la esquina de Leandro valle con  Jiménez, el que trajeron mis compadres cuando fueron a  Roma. Le tengo mucha fe.
Don Paz, maestro en cartonería junto con sus hermanos, siempre que pasaba por donde se encontraba la cruz traída de Roma, se detenía y rezaba una oración.
Una noche, en un incidente triste e inesperado, Don Paz fue atropellado por un camión. Esa misma noche la cruz situada en Leandro Valle y Jiménez, desapareció misteriosamente.
El cuerpo de don Paz era velado en su casa. Alguien notó que las manos del muerto tenían la cruz sobre el pecho. Intentaron arrancársela de las manos pero todos los esfuerzos resultaron inútiles.

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EL VELORIO
Carlos Javier Aguirre Valderrama

Todo sucedió tan rápido un fin de semana, que estando frente al féretro no daba crédito que el muchacho que siempre parecía tan lleno  de vida, fuera el que estaba dentro de la caja, de color gris. La esposa se movía de un lado a otro y no dejaba de llorar.
La casa era muy chica, tenía piso de tierra. Acondicionaron el patio de la entrada colocando una lona. Todo Crespo se dio cita en el lugar.
Me senté junto a la madre del difunto Román.
—¿Qué fue lo que le pasó, señora Teresa?
—Pus verá su merced, mi hijo llegó hace dos día de su luna de miel, y el día de ayer ya no podía levantarse. Entonces mi mamá me pidió que fuera con su comadre y le mandara diez huevos. Cuando se los traje, en una tina rompió ocho,  al muchacho desnudo lo sentó en la tina, y éste rápidamente los absorbió. Por la tarde  mi hijo ya andaba caminando, pero en la madrugada su esposa empezó a gritar. Román estaba encima de ella y la tenía bien pepenada. Ya estaba muerto. Fui por el médico del rancho quien nos dijo que le dio un síncope.
Vea a ese niño, es hermano del difunto. Sí que ha corrido con suerte. Cuando su madre lo estaba amantando, un alicante era el que se tomaba la leche, y para que no llorara el niño, el alicante le metía su cola en la boca, por eso el niño creció flaquito y muy enfermó de sus pulmones, pero la abuela le dio el remedio que encargó a unos vecinos.
—¿Qué fue lo que le dio?
—El hígado del zorrillo en un té y mírelo, ya está re bien el chamaco. El médico ya lo revisó y no lo puede creer.


LA NIÑA DEL PUJO
                                             Carlos Javier Aguirre Valderrama                                                                 

Del mercado Hidalgo se recuerda con agrado que en el año de 1965, era una plazoleta donde la gente del campo iba a vender sus hortalizas.
Doña Joaquina se sentaba  a esperar a sus marchantes, mientras su nieta, Cony, niña muy vivaracha, se la pasaba jugando por toda la plazuela. Un día se encontró platicando a su abuela con un  señor.
—¿Abuela, quién era ese señor?
—Te voy a confesar un secreto, pero me prometes que a nadie se lo vas a decir.
—Te lo prometo.
—Bueno, ese señor hace mucho tiempo fue mi  novio.
—Ay, abuela, qué guardado te lo tenías.
A los pocos días Cony empezó con fuertes dolores de barriga y retortijones. La llevaron con doña Micaela para que la curara de empacho. Empezó jalando en el pellejo de la cintura y dándole golpes en la barriga. La niña escupía, hacía mil gestos y contorsiones.
—Ay, abuela, dile que ya no me pellizque.
—Toma, Joaquina, le das estas yerbitas para que se le salga  el empacho de la tripa: la yerba del perro, la uña del gato, la cola de caballo con el estafiate y la Santa María, todo como agua de uso. Si no ves mejoría la llevas con un doctor.
Dos días después, Cony fue llevada al Centro de Salud.
—¿A ver, niña, qué es lo que tienes?
—Pos las calenturas y no dejo de ir al baño
—Bueno, ahorita  la enfermera te va aponer  en el brazo una manguerita para que entre el medicamento y yo con esta jeringa te voy a inyectar.
—No, no doctor, me va doler mucho, mejor le digo lo que me pasó.
—¿Que te pasó?

—Me comí un secreto.



*Textos publicados en El Sol del Bajío, Celaya, Gto.

domingo, 16 de julio de 2017

A LA BAJADA DEL PUENTE PEATONAL


A LA BAJADA DEL PUENTE PEATONAL
-Historias de la vida real, al estilo de Lalo Vázquez-


LA NUEVA REVOLUCIÓN
Lalo Vázquez G.

─A ver muchachos, vamos levantándonos en armas para hacer la nueva revolución porque esto ya valió madre. Este Gobierno ya nos vio la cara de pendejos y nos tiene puesta una pata en el pescuezo. Yo, de hoy en adelante, ya no voy a ser Lalo, de aquí pal real, soy Pancho Villa, y cada quien va a ir buscando su sobrenombre ¿Estamos de acuerdo?
─Sí, estamos de acuerdo,  ─contestaron todos.
─ ¿Tú?
— ¿Yo, qué?
— ¿Cómo te vas a llamar?
— ¡Ah! Yo, pos esteee, ¿puede ser cualquier nombre?
—Así es, ¿cuál quieres?
—Este, ¿puede ser Michael Jackson?
─Ta bien.
— ¿Y usted, maestro Edgar, como se quiere poner?
—Yo, mi Lalo, me pongo Joaquín Sabina, soy su mega fan.
─No, no, no que “mi Lalo” ni que la chingada. Cuando se dirijan a mí, me van a decir Señor o Pancho Villa, compañeros  ¿está claro?
Todos contestaron: —sí, señor.
─Arturo, sigues tú.
—Sí, señor. Me voy a poner Juan Gabriel, señor, porque me gustan las canciones del Juanga y todas me salen bien chidotas. Y cantando dijo, "Todas las mañanas entra por mi ventana el señor sol, arriba Juárez"
—Ya, ya. Bájale, ya entendí.
—Yo ya no voy a ser Diana, ahora voy a ser Lola Beltrán, Lola la Grande y ponerme mis vestidos ampones ampones para poder correr y andar bien a gusto con estos calores, esquivando las balas.
— ¿Usted, maestro Enrique?
─Yo, como apelativo, considero prudente utilizar el seudónimo de Porfirio Díaz, así tal cual con nombre y apellido. Con la idea de que al término de este movimiento revolucionario, lanzarme como candidato a la Presidencia de la República y tratar de echar a andar las líneas ferroviarias tan benéficas que fueron en su momento y que ahora están muy desperdiciadas. Esa es mi intención.
— ¿Y usted, doctor?
—No, a mí ni me pregunten, yo no voy a andar metido en chismes y relajos, con un sombrerote en la cabeza y trepado en un caballo, matando
Cristianos. No quiero… ¡y luego diciéndote a ti Pancho Villa! Estás loco, güey, a mí no me metan en sus pedos. Yo me quedo como estoy.
─Ok, amigo, ok, a usted lo vamos a tomar en cuenta como desertor. ¿Quién más le entra?
─Yo, Víctor Manuel, y mi nuevo nombre será Supermán. Aparte de que es mi superhéroe favorito ese cuate siempre dice “a luchar por la justicia” y eso es precisamente lo que vamos a hacer. Yo sí me aviento a los madrazos.
─ ¿Tú, Margarita?
─Pues sí quisiera unirme a este movimiento que dices que se llama la Nueva Revolución, pero solo si me aseguran que van a bajar los precios del gas. Porque la verdad no me alcanza para comprarlo y eso que tengo tres trabajos y ni así puedo. Con decirte que no me queda dinero ni para pagar la luz. Es que eso de tener varios chamacos está muy difícil y más en este tiempo.
─ ¿Y cómo te llamarías, Margarita?
─ ¡Ah! ¿Cómo me llamaría yo? En esta nueva revolución, mmm, pues ahora veraaás, yo creo que, pensando que es una revolución ¿verdad? y se supone que andaremos como Adelitas vestidas de colores fuertes y sus trenzotas como las de antes, les voy a decir, pero no se vayan a burlar, así me gusta a mí, creo que no es malo, me pondría  “La India María”
─Perfecto, Margarita, te quedó pintadito el apodo, felicidades.
─ ¿Y tú, compañera Rosaura, vas a entrarle a este movimiento revolucionario?
─Claro que si, compañeros. Yo nunca me he rajado, siempre en todo lo que he podido he estado con ustedes y en esta ocasión no va a ser la excepción. Nos romperemos el hocico con quien sea, con tal de que mis nietos estén mejor, porque yo me pongo a pensar, nosotros como quiera, ¿pero las criaturas? Ah, y de seudónimo, me voy a nombrar como la protagonista de mi último cuento, me voy a llamar “Chole” por la sencilla razón de que también me amarro los calzones con seguros.
─ ¿Tú, Vero?
─Pues yo sí le entro. Todo lo que sea para beneficio de nuestro país, apoyo. Precisamente anoche tuve una reunión con Ron Damón y existe la posibilidad de nos pueda apoyar con unos rifles de francotirador ruso o algún armamento de uso exclusivo del ejército, armada o fuerza aérea. Realmente nos prestaría muy poquitos pero nos alcanzaría muy bien para levantarnos en armas. Respecto al sobrenombre me gustaría ponerme “Carmen Salinas” porque aparte de que la admiro mucho por su trayectoria artística, es diputada y por si fuera poco es mi amiga, ya que en varias ocasiones ha venido a comer a mi casa.
─ ¿Y tú, Javier, hasta chiquito te haces, cómo te vas a hacer llamar?
─Yo, la verdad siempre he sido gente de paz. Pero ya tratándose de un levantamiento y si es cuestión de repartir fregadazos pues con mucho gusto le entro, además me serviría, porque tengo mucho tiempo ejercitando mi musculatura a lo puro güey. Espero que mis pectorales asusten a mis enemigos y mi apelativo sería Sylvester Stallone, no sé ustedes qué opinen. Se aceptan sugerencias.
─Muchachos, este cuento ya se alargó mucho y realmente no me convence la actitud de ustedes como revolucionarios. Siento que les “hace falta ver más bax”. Aunque sé que todavía faltan algunos compañeros, por agregarse a esta revuelta, no quiero ni pensar qué pasaría si llegan  también a salir con otras ideas locas, y sobrenombres raritos. Así que creo que lo mejor es dar por abortada la idea de iniciar una nueva revolución  y mejor vamos a tallerear los escritos que trajimos para este día.


EL PERMISO
Lalo Vázquez G.

Hace muchos años, en Tierrafría, Guanajuato, una comunidad pequeña entre Cortazar y Jaral del Progreso, vivían, o tal vez aun vivan ahí, un señor que se llamaba Don Manuel Arriaga y su compadre Jerónimo. Más conocido en el rancho como Don Gera. Don Manuel era el presidente electo de la comunidad en aquel momento y un día temprano llegó Don Gera a buscar a Don Manuel hasta a su casa. Se metió hasta la cocina para pedirle un favor y le dijo:
 ̶  Compa Mane, buenos días, ¿cómo amaneciste?
̶ Bien, Gera, gracias, ¿no te quieres echar un taco?
̶  Gracias, Mane pero ando con prisa, nomás te vine a decir que anoche me llamó mi muchacho, el que está en el norte. Me dijo que llega hoy en la noche a México, a la Central del norte y que quería que fuera por él. Dice que trae algo de dinero, una pantalla y no sé qué tantas cosas más. No vaya a ser la de malas que le quiten sus cosas y como la delincuencia está bien canija, yo pensé en llevarme mi pistola, pero como no quiero tener problemas, por eso te vine a pedir un permiso pa´ portar mi arma compadre ¿Cómo ves, sí me lo podrás dar?
̶ Ay, compadre Gera, pos claro que le doy permiso, si lo paran por algo, uste nomas dígales que es mi compadre y listo.
̶  ¡No compadre! lo que quiero, es que me lo de por escrito, pos pa no tener broncas con nadie.
̶  Sí, compadre, ahorita mismo le hago su escrito con mucho gusto.
Agarró una hoja en blanco y con su pluma BIC  empezó a escribir:
“Yo Don Manuel Arriaga G.
Le doy permiso a mi compadre de que porte su pistola para fines que para el convengan.
Atentamente Don Manuel Arriaga G.
Sufragio Efectivo No Reelección” y firmó. Dobló la carta, la metió en un sobre y se lo entregó a su compadre Gera.
̶  Ándele compadre Mane, así mero, muchas gracias, ahora si me voy bien contento.
Se fue el hombre muy seguro y feliz a la ciudad de México con su bulto en el lado derecho que se le notaba por encima de la chamarra grande de borrega que llevaba puesta. En cuanto llegó, de inmediato no supo ni de donde le salieron un par de ministeriales con cara de perro y lo tomaron del brazo cada uno y le dijeron.
̶ Véngase para acá amigo, a ver enséñanos que traes ahí a un ladito en la cintura.
̶ Calmados, calmados,   ̶ contestó Don Gera ̶  aquí traigo mi permiso.
Y metiéndose la mano a la bolsa de la chamarra del lado izquierdo, sacó su sobre y se lo entregó a los Ministeriales. Uno de ellos lo abrió y lo leyó y le dijo al señor.
̶ ¿Esto qué?
̶ ¿Pos como qué? pos es mi permiso.
̶ Pero permiso de qué o qué, aquí dice “yo Manuel Arriaga le doy permiso a mi compadre de portar su pistola” ¿Quién chingados es ese guey de Manuel Arriaga?
̶ ¡Ah, caray, amigo!, no falte al respeto diciéndole guey a mi compadre. Ese señor es ni más ni menos que el presidente de Tierrafría, Guanajuato.
̶ ¡Tierrafría, Guanajuato! ¿Y dónde chingaos está eso o qué?
̶ Por si no lo sabe amigo, Tierrafría está a un ladito de una ciudad que se llama Cortazar, Guanajuato. Es el meritito ombligo del mundo.
̶  Pues qué ombligo ni que la chingada señor, este pinche papel no sirve para nada, esto es una pendejada.
̶  A ver, a ver, está usted dándome a entender que mi compadre don Manuel Arriaga, el Presidente de Tierrafría, ¿es pendejo?
̶ Pues sí, señor, su compadre es pendejo.
̶ ¿Pues qué creen, señores ministeriales?, que yo también pensé lo mismo que ustedes, por eso nada más me traje la pura funda de mi pistola.
Se desabrochó la chamarra y les enseñó la funda vacía.



COMIDA DE EXALUMNOS
Lalo Vázquez G.

En mayo pasado mi amigo y compañero de gimnasio me platicó entusiasmado que por medio de whats unos compañeros de preparatoria lo habían contactado para invitarlo a una reunión de exalumnos. Que eran veinte excompañeros y la fiesta la tenían planeada para el 28 de diciembre en un salón de Dolores Hidalgo, ya que todos son de por allá.
A partir de ese día mi amigo  se llenó de alegría, porque dentro del grupo donde él estudió había varias chicas que, cuando estaban jóvenes, nunca lo pelaron “por feo”. Y después de 25 años las quería sorprender con un cuerpazo tipo Arnold Schwarzenegger.
Desde ese momento se puso a darle duro al ejercicio. Se compró camisetas pegaditas y todos los días se la pasaba platicando de tan ansiada comida. Y así día tras día hasta que, sin sentirlo, pasaron los siete meses y llegó la tan esperada fecha.
Le pidió a una de sus hijas prestado el auto que acababa de comprar, nuevecito de agencia, cero kilómetros. Se bañó y cortó el pelo a la moda. Se fue con Patlán (el sastre que te viste, no te envuelve) a rentar un traje de moda. Se compró un anillo de esos grandotes que parecen de oro, de los que venden a la bajada del puente peatonal, de esos chafotas de 120 pesos, solo para impresionar. Se compró unos lentes de 70 pesos, tipo Ray Ban y vámonos a la reunión. En todo el camino no paró de cantar de lo contento que iba. Llegó a la dirección que le dieron, calle Pepa Pig 108 Col. Caricaturas,  en el salón “Los Grandotes del Este”.
La calle era la última de la colonia y el salón era un lugar que se notaba que no  había sido habitado mínimo en un año. Estacionó el auto cien metros atrás porque ya no había asfalto y caminando entre el lodo, piedras y ramas llegó hasta la puerta del salón. Pegado en la puerta estaba un letrero que decía con letras grandes: Inocente palomita que te dejaste engañar, recuerda que hoy es día de los inocentes, nos vemos en la próxima comida. Atte. Tus compañeros de la prepa.




* Luis Eduardo Vázquez G.  Nació en Celaya a finales de los años 50. Es aficionado a la música y la lectura. Forma parte del TALLER LITERARIO DIEZMO DE PALABRAS. Ha sido publicado en diferentes medios y fue seleccionado en España por la editorial DIVERSIDAD LITERARIA, en la categoría de microrrelatos a 5 líneas y publicado en una antología de escritores de varios países. También fue seleccionado por ENDORA EDICIONES para la antología llamada Cuentos del sótano V. En 2016 fue publicado en Voces de Laja, por el Sistema Municipal de Arte y Cultura de Celaya.


**Textos publicados en El Sol del Bajío. Celaya, Gto.

domingo, 9 de julio de 2017

EN LOS BORDES DEL RELÁMPAGO


EN LOS BORDES DEL RELÁMPAGO
-Poetas habitantes del mundo virtual-

La obra poética de los compañeros que nos visitan desde otras ciudades y países, merece siempre un espacio en este Diezmo de palabras. Gilberto Arvizu es un escritor y gestor cultural de San Luis de la Paz quien participa y apoya en concursos, talleres y donde sea que lo necesitan. Medardo Naranjo es un escritor cubano quien ha encontrado en la naturaleza una musa y un motivo. Gabriela Cázares es una compañera del mundo virtual del Diezmo, originaria de Michoacán, cuya obra estamos descubriendo. Disfruten este domingo de poesía. Vale.
Julio Edgar Méndez

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INTEMPERIE
Gilberto Arvizu Morales

No he hecho más que quedarme quieto
todo toma tiempo y el fuego se apaga
existe algo en lo que haces que amotina
te dejaré ver que es lo que resulta
cuando te encuentras a la intemperie
como es que se respira y se duda
sin ser suficiente para uno mismo.

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ATERRIZAJE
Gilberto Arvizu Morales

Los milagros suelen precipitarse
contra una muralla de fuego vivo
no dejes que aterrice de esta forma
atiende a este mayday desesperado
que nos estamos quedando sin tiempo
cuando me percato que no estás cerca
es porque no alcanzo a emitir tu nombre.

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PARTÍCULA SUSPENDIDA
Gilberto Arvizu Morales

Estuve en lo más alto y lo más bajo
en el más allá de los pensamientos
entonces ¿cómo pude ser tan débil
para estremecerme de esta manera?
tan cerca y tan lejos de las palabras
que si muriera antes de despertarme
las promesas flotarían ociosas
en el ambiente que todos respiramos
como una partícula suspendida
hasta que las haga caer la llovizna
o hasta que las confundan con un OVNI.

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Gilberto Arvizu Morales, San Luis de la Paz, Guanajuato, 1974. Escritor, poeta y gestor cultural, ha participado en diversos talleres literarios en la ciudad de Querétaro, en cursos de Gestión Cultural y periodismo Cultural. Ha colaborado en diversos suplementos y revistas culturales. Obtuvo el 3er. lugar del 7° Concurso de Poesía “María Luisa Moreno” en Dolores Hidalgo, Guanajuato, con el poemario En los bordes del relámpago en 2015. Ha publicado su primer libro de poesía Hiperbalada entre atlantes (Ediciones La rana, 2017).


SEGUIREMOS SIENDO
Medardo Naranjo Valdés

Quizás un día, sentada en las rocas de la orilla del mar,
Dejarás caer esa flor que tus manos llevaban sin saber por qué.
La brisa agitará tu canoso pelo.
Tu rostro, marcado por los años,
se humedecerá por las lágrimas que tus hermosos ojos,
brindarán a las inquietas olas que,
agradecidas, llegarán a tus pies descalzos,
dejando en ellos un húmedo beso.
Yo estaré junto a ti, aunque sola te vean.
Me sentirás en la inmensidad de ese tan tuyo y mío mar.
Cerrarás tus ojos y un beso marino,
te dejará en los labios que siguen siendo míos,
el recuerdo de aquel primer beso,
que nos elevó en un instante hacia insoñados momentos,
que hicieron de dos una sola vida compartida.
Regresarás tranquila,
 porque en el ocaso de tu vida yo te estaré cuidando.
Desde cualquier lugar en el tiempo despejaré tus sueños.
Abriré el camino hacia la nada donde te esperaré porque,
superando al amor que selló nuestras ya vividas vidas,
en una sola alma compartida,
tú y yo
seguiremos siendo.

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CAMINOS EN LA MEMORIA
Medardo Naranjo Valdés

A mi Hermanita,
Por las heridas marcadas.

Para encontrar las raíces, cuando la vejez llegaba
Volví a lugares do niño solo mis pies transitaban.
Y descalzo como entonces pisé la tierra olvidada
Olvidada por mis manos pero que mis pies aún aman.

Casi mudo, casi ciego me adentré en la cañada
Mis ojos no necesito pues con mis plantas miraba.
La mañana ascendía y del sol que ya quemaba,
Fui a protegerme a la sombra de árboles que ya no estaban.

Seguí por viejos senderos donde nadie caminaba,
Mis pies buscando recuerdos mientras la tierra llamaba.
Soñé con mis pies descalzos, sentí que la tierra hablaba
De tantos y tantos pasos que sus entrañas marcaban.

Me detuve en un pozo que mi memoria guardaba,
Cuyas aguas se habían ido más mis recuerdos saciaban.
Senderos que no existían pero que yo transitaba,
Memoria que se perdía, recuerdos que se encontraban.

Hay la vida, vida mía cuantas heridas marcada,
Cuantos recuerdos perdidos, cuantos caminos sin nada.
Regreso hasta donde llegue, la vida que me quedaba
Está perdida en los trillos buscando las mil pisadas.

Me voy, llevo conmigo los sueños que mi vida alimentaban,
Llegué buscando recuerdos que ya ni en la tierra estaban,
Pero siento que están dentro bien dentro de mis entrañas
Y quedarán en el tiempo cuando mi vida sea nada.


DOLOR DE TIERRA
Medardo Naranjo Valdés

Duéleme tierra, duéleme tu espanto
Duéleme la semilla que no nace
Duéleme cuanto te hacen y deshacen
Los que por egoísmo te dañan tanto

Duéleme el lamento que no el llanto
De las cuencas vacías de tus ríos
Como puede llegar el amor mío
A tus raíces tierra, como levanto

Conciencias que se vuelvan sementeras
Lluvia feraz que apague las hogueras
Que convierten en humo tu seca piel

Como convencer a quien se olvida
Que es parte de ti y por tus heridas
Va perdiendo su vida también él.

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MADRE
Medardo Naranjo Valdés

Sé que conmigo has estado.
En lo infinito del beso imposible.
En lo tierno de la caricia trunca.
Sé que no me has dejado nunca, nunca.
En tantos y tantos años de ausencia.
En la guía de mis actos, en mi hechura de hombre
En mis bondades y en mis defectos.
En lo bueno que he hecho, sobre todo en lo bueno,
Ha estado tú presencia.
Sé que donde estés, estas en mí.
Que velas porque vele.
Que me haces sentir que te siento.
Que no te veo, porque te llevo dentro.
Sé que tú ausencia física ha marcado mi vida.
Que otro hubiera sido, otro mejor, de tú haber estado.
Más sé, que en mi historia genética llevo,
Lo mejor de tú historia, tu perpetuo legado.
Que inmenso seria besar hoy tus canas.
Y caminar contigo junto a mi Padre.
Y en este domingo de mayo, en la mañana,
Entregarte esta flor y este beso MADRE.

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SOLIDARIDAD
Medardo Naranjo Valdés

Sentir la vida, la vida plena.
Sentir la Paz, que no hay más guerras.
Sentir que nace una nueva Tierra.
Sentir que hacemos porque no muera.

Sentir al hombre y sus problemas.
Sentir las rizas, sentir las penas.
Sentir la lluvia en la seca arena.
Sentir crecernos sobre la hierba.

Sentir que es duro el sacrificio.
Sentir que Hacer es nuestro oficio.
Sentir que valgo por lo que hago.
Sentir mi vida, con la que pago.  

Sentir la mar, la mar serena.
Sentir el sol, las cosas buenas.
Sentir que pasa, pasa la vida.
Sentir las curas y las heridas.

Sentir que vamos subiendo cuestas.
Sentir que hacemos las cosas nuestras.
Sentir apoyo para mis penas.
Sentir que tengo lo que hoy tú llenas.

Sentir que marchas, que junto vamos.
Sentir que amas lo que yo amo.
Sentir que somos.
Sentir que estamos.

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MEDARDO NARANJO VALDÉS
Profesor, Ingeniero Agrónomo y escritor nacido en el año de 1951, en la isla de Cuba.  En 1977, se gradúa en la Universidad Cubana.  Ha realizado varios proyectos de colaboración con Universidades de países como Bolivia, Venezuela, El Salvador, Ecuador, Puerto Rico y México, en donde trabaja de forma permanente desde al año 215.
En este constante ir y venir, ha desarrollado su gusto por la escritura.  Además de participar en libros y folletos técnicos desarrollando el tema de la agricultura, participo con su poema titulado “Hermano”, en la antología Raíces, editada por Sueño Colectivo, La Ciudad de los Violines y Espacio Libre.


MUJER PERFECTA
Gabriela Cázares

Cuando yo nací
Dios se tapó los ojos
tuvo celos de verme
tan imperfecta
sin recetas infalibles
para ser feliz
sin rutas trazadas.
Fui pájaro sin ser ave
pez sin ser mar
perfectamente indefinida
y única.
Cuando yo nací
no había espejos en el mundo
no tuve que correr tras mi reflejo
dibujé mi imagen con el dedo
en la humedad de un cristal.
Cuando yo nací
era invisible
nadie me miraba
y pude construirme a mi antojo.
Quisieron hacerme "perfecta"
según el molde de moda en turno
pero ya le habían crecido
dientes a mis ojos
y devoré los rígidos libretos.
Amanecí con los rizos despeinados
las ideas revueltas
las palabras crecidas
como hierba.
Desperté mujer
y sacudí de mí
el olor a viejo
la podredumbre acartonada
de los falsos deseos
el miedo a vivir
las precauciones vanas.
Naufragué de un mundo falso
para ser isla enamorada
miré mi rostro
mi cintura imperfecta
el vello en mi axila
y en mis piernas
y pensé: ¿de qué le sirve a Dios ser dios?
Qué triste obligación de ser perfectos tienen los pobres dioses.
Yo soy mujer
y soy
felizmente imperfecta.

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ESTA QUE SOY
Gabriela Cázares

Esta que soy
no ha sido barro nunca
he sido fragua
he sido lluvia
viento que acaricia
carcajada de panteón
a media luna.
Nunca fui costilla
no me gusta estar
a la mitad de un cuerpo
puedo ser cráneo
puedo ser rodilla
he sido puño a veces
y podría ser costilla
pero costilla mía.
No quiero un Adán que me cobije
quiero un hombre de fuego y alas
que no me necesite para ser libre.
Es verdad que soy mujer
debo serlo
lo dicen mi acta y mis papeles
la ciencia lo asegura.
Y sí, soy loca también
loca furiosa
y a veces fugitiva
porque estoy aquí y soy vida.
No soy el proyecto triunfal de mis abuelas
ni la frágil flor de invernadero
soy hierba salvaje
por el gusto de ser y nada más.
Y cuando quiero soy flor
o soy espina
pero soy yo
aunque lleve a cuestas
a las muchas mujeres que en mí anidan.
Es verdad que soy mujer
pero no me define mi sexo
ni el género que quieren imponerme a cazuelazos.
Es verdad
soy mujer
y no costilla.

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Gabriela Cázares es originaria de Uruapan Michoacán. Es licenciada y maestra en filosofía, promotora cultural, escritora y tallerista. Es también catedrática en varias universidades. Forma parte del Colectivo Aradia.



*Textos publicados en El Sol del Bajío. Celaya, Gto. 

A la memoria de Herminio Martínez

      Herminio Martínez, maestro, guía, luz, manantial, amigo entrañable y forjador de lectores y aspirantes a escritores. Bajo sus enseñanz...