domingo, 19 de marzo de 2017

LOS DOMINIOS DEL PRÍNCIPE PARADOJA (2a Parte)


LOS DOMINIOS DEL PRÍNCIPE PARADOJA
(Dioses griegos y aforismos en El retrato de Dorian Gray de Óscar Wilde)
Ensayo. Segunda Parte
Benjamín Pacheco

Otros investigadores, en contraste, han analizado la dualidad hombre-mujer con la que Wilde aparentemente fue educado. Tal es el caso de Havelock Ellis, quien en su ensayo “A note on Oscar Wild”, destaca dicha parte femenina y su impacto en su sensibilidad artística. Para ella, el autor de La importancia de llamarse Ernesto era “un artista femenino en el cuerpo de un hombre” 17  y, aparentemente, su madre tuvo mucho que ver en ello:

            Su madre había anhelado por una niña antes del nacimiento de Wilde. La respuesta a su plegaria fue esta extraña mezcla de genio sin dirigir, equivocada femineidad, fascinación y tragedia. Él era tanto mujer como hombre, un exquisito más que un genio, un Bello Brummel de la decadencia. 18

            Ellis considera que el potencial de Wilde era mayor de la que estimaban sus contemporáneos, pues debajo de su “vanidad, egoísmo, su trivialidad y falta de perspectiva espiritual, era un apasionado amante de la belleza, el artista en delicados tonos y monótonos” 19.  Desde esta perspectiva, la ensayista apunta que el escritor irlandés tenía una personalidad triple (sic.) pues “había en él un hombre valiente que enfrentó su destino y se rehusó a calumniar a sus acusadores. También estaba la irresponsable y encantadora mujer que podía escribirle a sus amigos, a pocos días de haber dejado la prisión, para decirles donde comprar las mejores botas”. 20 
            Otros autores han destacado más la aportación como dramaturgo de Wilde, que no pasó desapercibida y se le considera dentro de lo mejor de su tiempo y como un posible vínculo con lo que habría de representarse en el siglo XX. En base a los datos históricos citados, queda claro que era un ambiente propicio para la creación, mismo que Wilde no desaprovechó. Esto lo refiere Vicente Forés López, de la Universidad de Valencia, quien destaca el desarrollo literario y teatral en el siglo XIX, donde el escritor irlandés tuvo muy buena recepción entre otras personalidades que marcaron la época:

            El Siglo XIX estuvo eclipsado por la literatura victoriana. Hasta éste momento se daba el Romanticismo donde en el que se representaban acciones y pasiones ficticias. Pero el periodo victoriano está muy marcado por Ibsen (sus obras al principio no fueron bien recibidas) y por las adaptaciones de la obra Cuento de Navidad de Charles Dickens. En teatro, hasta las últimas décadas del siglo no hay un verdadero resurgimiento y viene dado por un autor muy importante, Óscar Wilde. 21


            Forés López señala que a diferencia del periodo anterior, los dramaturgos optaron por usar “una técnica más próxima a la vida real” 22,  donde se instaura el drama en tres actos con “incidentes posibles y melodramáticos rodeadas de un final comprensivo y feliz” 23,  además de otras innovaciones como el hecho de que los actores adquieren un control sobre los ensayos y se pasa la responsabilidad de la realización dramática a los directores. 24  Wilde, en su faceta de dramaturgo, aparece en el último decenio del siglo citado. Conforme al investigador español, el dramaturgo “da un original cambio al estilo con el que se cierra el siglo anterior” 25  y sirve de conexión con el Siglo XX:

            Influido por J. Ruskin y W. Pater, (Wilde) idealizó la belleza y se convirtió en el apóstol del esteticismo. Todos los grandes hombres de su tiempo reconocieron el formidable atractivo de su personalidad, su ingenio y la agilidad de palabra. Wilde sobresale en el drama en los que en encontramos facilidad de expresión, fluidez del diálogo y derroche de ingenio verbal. Escribe sobre tres vertientes dramáticas: drama bíblico de ambiente poético, comedia de salón de tendencia sentimental y comedia de salón de carácter paradójico y chispeante. 26

            Así, Wilde fue reconocido como “un gran dramaturgo que con su cambio de estilo terminó un siglo y entró en otro, dando paso también a otra nueva literatura”. 27
            También se ha acentuado la influencia que tuvo el escritor de escuelas filosóficas griegas como la de Epicuro (342-270 a.C.). El investigador William Terpening considera que dicho pensador clásico influyó en aquellos que se consideraban “Estetas y Decadentes, particularmente Walter Pater y su ocasional discípulo Óscar Wilde”.28  Las creencias que tenía Epicuro sobre el arte, el alma y la educación, refiere Terpening, han sobrevivido en algunas cartas y colección de máximas, mismas que fueron adaptadas en el Siglo XIX por parte de Pater en obras como Marius the Epicurean y Appreciations, así como El retrato de Dorian Gray. El punto central gira alrededor del placer y el gusto:

            Epicuro encontró que el placer era el más grande bien, al tiempo que rechazaba el dolor por ser un mal. Esto, contrario a la apropiación contemporánea del término “epicureano” que refiere a una persona dada a la indulgencia en los placeres hedonistas. Epicuro aboga por lo que los victorianos podrían pensar de un refinamiento del “gusto”. El pensaba que [alguien] no escoge incondicionalmente una larga cantidad de comida sino el más placentero alimento, pues no busca saborear durante la mayor cantidad de tiempo sino por lo más placentero” […] el gran pecado de Dorian Gray no es rendirse a las cosas más bellas, por el contrario, estos objetos mantienen el placer. El bien supremo, pero dependiente, de estos objetos es mantener el interés por la vida. 29


            Se reitera que el análisis acerca de la obra y vida de Wilde es vasto, por lo que sirva lo anterior como un breve estado de la cuestión, pues aunque resulta tentador –debido al amplio y riguroso trabajo que han realizado algunos investigadores –referirlo con detalle rebasaría el objetivo del presente trabajo.

La creación de una obra y su trama correspondiente
De manera general, El retrato de Dorian Gray es una novela que consta de un prefacio y veinte capítulos. La forma en que está escrita es por medio de un narrador omnisciente libre, es decir, además de referir los pensamientos y acciones de todos los personajes, de vez en cuando deja sentir su propia opinión, situación que en ocasiones puede crear la sensación de no saber de quien provienen los juicios emitidos. En el capítulo XI resulta especialmente notoria está condición, pues el narrador comienza contando los primeros años de aventura de Gray, pero después pasa a reflexiones que se enuncian en plural como “Hay pocos entre nosotros que no se hayan despertado algunas veces antes del alba…”, 30  además de tomar digresiones de carácter histórico o largos listados de telas y joyas. En sí, se puede establecer que la historia está focalizada –utilizando la terminología del teórico francés Gérard Genette citada por Luz Aurora Pimentel 31  –básicamente en tres personajes: Lord Henry Wotton, el pintor Basilio Hallward y el bello Dorian Gray, quienes sostendrán una relación durante dieciocho años aproximadamente desde la creación del retrato hasta la muerte de Hallward, a manos de Gray, y éste último al intentar acabar con el cuadro que absorbe todos sus excesos mundanos. En el transcurso, el lector aprecia otros personajes secundarios cuya función será reflejar el excéntrico mundo aristocrático o la sórdida y obscura atmósfera de los bajos fondos y muelles de la ciudad de Londres. La investigadora Montserrat Alfau, en un prólogo de la novela citada por parte de la editorial Porrúa, refiere parte de la recepción crítica que tuvo la historia, así como la inspiración de Wilde para la misma:

            Su aparición atrajo una avalancha de crítica adversa, y la prensa británica condenó casi unánimemente esta novela. Hesketh Pearson nos dice en su Life of Oscar Wilde: “En el año de 1884, Wilde solía visitar el estudio de un pintor amigo, Basil Ward, que contaba entre sus modelos a un joven de belleza excepcional… Cuando el cuadro quedó concluido, y el muchacho se había marchado, Wilde exclamó: ‘¡Qué lástima que una criatura de hermosura tan extraordinaria llegue a envejecer!’. El artista asintió, añadiendo: ‘Sería maravilloso si él permaneciese exactamente como está ahora, y fuese el retrato el que envejeciera y se marchitase’.” Más tarde Wilde testimonió su gratitud al pintor por haberle inspirado, haciéndole aparecer en su novela, bajo el nombre de Basilio Hallward. 

            El prólogo también es de importancia, pues resulta “una especie de vademécum para introducir al lector, con sus paradójicos apotegmas sobre estética, moral, crítica literaria y artística, a la discusión sobre esos tópicos confrontados a través de toda la novela”. 33 Siguiendo el análisis de Alfau, se pueden resumir que la historia comienza con la coincidencia entre los personajes citados, en un estado en el que Gray tiene “la conciencia aún pura” con una “juventud y belleza (que) no habían sido todavía aún disociadas de su alma por el mal”, al tiempo que es alentado por “las teorías desconcertantes y devastadoras de Lord Henry Wotton”. Al tiempo, Basilio Hallward adora sinceramente a Gray y revela: “su personalidad me ha sugerido una manera de arte y un modo de estilo enteramente nuevos”, 34  pues el joven sirve de modelo para el pintor y lo inspira como ningún otro lo había logrado. Así se formará una especie de triángulo de amistad con ideologías opuestas en las que Gray cederá finalmente por imitar el estilo de vida de Wotton, quien busca conocerlo todo:

            (Lord Henry Wotton) ¡Ah! Dése cuenta de su juventud mientras la tiene. No derroche el oro de sus días escuchando a los tediosos que intentan detener el desesperado fracaso, y defienda su vida del ignorante, del adocenado, del vulgar […] ¡Viva, viva la maravillosa vida que tiene en sí! No pierda nada de ella. Busque siempre nuevas sensaciones. Que no le asuste nada… Un nuevo hedonismo: esto es lo que quiere nuestro siglo […] Todos nos convertimos en horrorosos polichinelas alucinados por el recuerdo de las pasiones que nos atemorizaron y de las exquisitas tentaciones a las que no tuvimos el valor de ceder. ¡Juventud! ¡Juventud! ¡No hay absolutamente nada en el mundo sino la juventud! 35

            En esta etapa, el joven se dará cuenta que el cuadro es capaz de absorber y reflejar sus excesos, mientras él se mantiene sin cambio físico alguno. Esto se debe al deseo que manifestó el día en que conoció el resultado final de la pintura de Hallward; además, ese mismo día, también escuchó la perorata de Lord Henry Wotton sobre la juventud. Dorian, aturdido por el discurso del despreocupado aristócrata y aterrado ante el envejecimiento, pide que el cuadro sea el que cambie y él mantenga su belleza:

            ¡Qué triste! Me volveré viejo, horrible, espantoso. Pero ese retrato permanecerá siempre joven. No será más viejo que en este día de junio… ¡Si ocurriera el contrario, si fuera yo siempre joven, y si este retrato envejeciese! ¡Por eso, por eso lo daría todo! ¡Sí, no hay nada en el mundo que no diera yo! ¡Por ello daría hasta mi alma! 36

            A este párrafo, y en el sentido general de la obra, es la razón en la que algunos estudiosos han visto el mito fáustico, es decir, el intercambio –o venta –del alma por un favor al diablo. Esto generalmente es algo fuera del alcance del solicitante. Lo anterior en referencia a la obra Fausto, de Goethe, drama en dos partes (1808-1832), en donde un personaje del mismo nombre vende su alma al demonio Mefistófeles a cambio de los placeres terrenales. Aunque no se expresa directamente un intercambio similar en el texto, se interpreta que esa es la intención. Esto se remarca cuando Hallward decide destruir el cuadro con una espátula al ver el estado en que pone a su joven modelo, pero este decide conservar la pieza. Así, al salvar el retrato, identificarse con el mismo y permitir que exista, se puede decir que realiza el intercambio que le traerá dramáticos resultados:

            Con un sollozo ahogado, el joven saltó del diván y, precipitándose hacia Hallward, le quitó el cuchillo de la mano y lo arrojó al fondo del estudio.
-¡No, Basilio, no! –exclamó –. ¡Sería un crimen!
-Me encanta verle apreciar, por fin, mi obra, Dorian –dijo el pintor fríamente, dominando su sorpresa –Nunca hubiera esperado eso de usted.
-¿Apreciarla? La adoro, Basilio. Siento que es algo de mí mismo. 37 

            Aunque claro, otros analistas como Bárbara T. Gates, profesora de Inglés de la Universidad de Delaware, rechazan esta interpretación. Para ella, en su ensayo “Oscar Wilde´s Picture of Dorian Gray”, la historia está más ligada a la fantasía porque “no es una historia fáustica de un héroe dando su vida por el conocimiento, sino un cuento de hadas oscuro en el que un niño malcriado obtiene su deseo –juventud eterna y sensualidad –y se vuelve un suicida porque no puede manejar las implicaciones”.  38
            Continuando con la historia, una vez que el lienzo está en poder de Dorian, será motivo de distintas reflexiones: el joven percibe que el semblante de la pintura ahora tiene “un toque de crueldad en la boca” 39  tras el rompimiento y posterior muerte de la actriz Sibila Vane. Esta parte será importante porque reforzará su actitud hacia el retrato y el hecho de que envejecerá en lugar de él:

            Sintió que había llegado realmente el momento de hacer su elección. ¿O su elección estaba ya hecha? Sí; la vida había decidido por él –la vida y la infinita curiosidad que él sentía por ella –. Eterna juventud, la pasión infinita, placeres sutiles y secretos, alegrías ardientes y pecados más ardientes aún…, iba a poseer todas estas cosas. El retrato asumiría el peso de su vergüenza: esto era todo.



(CONTINUARÁ)

17 Havelock Ellis, “A note on Oscar Wilde”, The Lotus Magazine, Vol. 9, No. 4 (Jan., 1918), pp. 191, http://www.jstor.org/stable/20543995 [Consultado el 27 de mayo]  (La traducción es mía).
18 Ibíd.
19 Ibíd.
20 Ibíd.
21 Vicente Forés López, “Época Victoriana: Robertson hasta Wilde”, http://mural.uv.es/mamovi3/wilde [Consultado el 27 de mayo de 2012].
22 Ibíd.
23 Ibíd.
24 Ibíd.
25 Ibíd.
26 Ibíd.
27 Ibíd.
28 William Terpening, “British and European Aesthetes, Decadents and Symbolists”, The Victorian Web, http://www.victorianweb.org/decadence/epicurus.html#sense [Consultado el 28 de mayo de 2012] (La traducción es mía).
29 William Terpening, Op. Cit., [Consultado el 28 de mayo de 2012] (La traducción es mía).
30 Óscar Wilde, El retrato de Dorian Gray, Salvat Editores, España, 1970, p. 124.
31 Gérard Genette citado por Luz Aurora Pimentel en El relato en perspectiva. Estudio de teoría narrativa, Siglo XXI Editores, México, 2010, p. 98.
32 Montserrat Alfau, Traducción, prólogo y notas de Óscar Wilde, Porrúa, México, 1979, p. XI.
33 Montserrat Alfau, Op. Cit., p.XIV.
34 Óscar Wilde, Op. Cit., p. 20.
35 Óscar Wilde, Op. Cit., p. 31.
36 Óscar Wilde, Op. Cit., p. 34.
37 Óscar Wilde, Op. Cit., p. 35.
38 Bárbara T. Gates, “Oscar Wilde´s Picture of Dorian Gray”, The Victorian Web, http://www.victorianweb.org/books/suicide/06g.html [Consultado el 28 de mayo] (La traducción es mía).
39 Óscar Wilde, Op. Cit., p. 90.
40 Óscar Wilde, Op. Cit., p. 103.

*Texto publicado en El Sol del Bajío, Celaya, Gto.

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