domingo, 28 de septiembre de 2014

NOSOTROS MISMOS

DIEZMO DE PALABRAS
Fundador: Herminio Martínez
Sol del Bajío, domingo 28 de septiembre 2014


NOSOTROS MISMOS

Julio Edgar Méndez

"En la antigüedad los libros eran escritos por hombres de letras y leídos por el público. Hoy en día los libros son escritos por el público y leídos por nadie". Oscar Wilde

El Taller Literario Diezmo de Palabras está integrado por hombres y mujeres de plumas multicolores. Cobijados debajo de ese gran árbol que fue el maestro Herminio nos ha tocado el honor de dar fruto de nosotros mismos. Poesía, narrativa, novela, ensayo, artículos de opinión que se publican aquí y allá. Premios, reconocimientos, publicaciones, libros, antologías, blogs. Todo entre todos y cada quien desde el teclado de sus aspiraciones. Abrevar directo de la fuente siempre será mejor. Otra forma de rendir homenaje al escritor que nos orientó en medio del laberinto de la literatura formal es continuar escribiendo y continuar enseñando. Todos los martes, como desde hace años lo hemos hecho, el taller literario está abierto a todos aquellos con un genuino interés en conocer más lecturas. Permitir a otros leer sus textos, recibir consejos, aprender de personas con más camino recorrido o menos interesados en alabanzas huecas. La Casa de la Cultura nos abre las puertas del salón 13 a las 6 de la tarde. Ahora las ramas de aquél enorme árbol crecen y se fortalecen. En este espacio escriben desde lo profundo de sus corazones con la pluma del alma en la mano. Son algunas notas que dejaron impresas sobre los muros virtuales del espacio social, ese mundo plano del internet, al conocer el fallecimiento del hombre de temporal que fue nuestro Quijote de Machigua.

***Julio Edgar Méndez es el actual coordinador del Taller Literario Diezmo de Palabras. Ha sido publicado en varios libros y antologías. Ha recibido premios y reconocimientos en México, Brasil, Argentina y España. Coordina también el taller virtual de la red social Facebook y el blog Diezmo de Palabras.

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NOSOTROS MISMOS

Herminio Martínez

En la colina hay lobos afilando
el metal de su aullido ¿Será el viento
que arrastra por las piedras sus alambres?

¿A qué hora viene Dios?
De las ciudades se levanta el llanto
con un dolor de niños en el hombro,
y el sol,  espejo opaco, ya no suelta
sobre calles y páramos sus brillos.
Por eso, ¿a qué hora viene, a qué hora pone
una sonrisa en el mentón del surco
o un huevo de bondad en tanto prójimo
que escribe con los dientes su currículum?

¿A qué hora viene Dios?
Hay mucha gente
sentada sobre el pecho de la vida,
mirando cómo cae sangre a la tierra.

¿A qué hora viene Dios?
Los hombres crecen
peinándose la pus en la mañana
y no hay cómo quitarles la cochambre
que la costumbre deja en su persona.

Haría falta una flor,
aunque sólo besáramos el aire.

Haría falta la pierna de la lluvia
y el dedo de la brisa entre los labios,
un ojo que no diera sólo lágrimas
y un día que no pisara sólo vidrios.

Y haría falta el rocío
para que su túnica de lámparas
nos protegiera de nosotros mismos.

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ESTAMOS ENFERMOS DE VIDA
Juan Manuel Hernández Arellano
(Segunda carta a Herminio Martínez)
27 de marzo de 2014
Querido maestro Herminio Martínez, ayer por la noche asistí a tu taller de letras “Diezmo de Palabras” en La Casa del Cronista, estuviste sonriente y animado, hiciste varias bromas, sugeriste algunos acentos y comas a los escritos de tus alumnos, hablaste un poco de los ex seminaristas que han invadido la Escuela Preparatoria de Celaya desde hace ya muchos años y de cómo el clero les regaló unos títulos de profesiones que en realidad nunca jamás cursaron, hablaste de tu escuela primaria en la Cañada de Caracheo y finalmente, cuando estábamos a punto de retirarnos, tomaste la palabra y con una voz pausada y serena nos dijiste a los presentes que tu enfermedad, el cáncer, ya no tenía cura posible, que te harían una última quimioterapia, que solo era ya cuestión de tiempo para que llegara el fin y que querías morir trabajando.
Todos nos quedamos sin palabras, yo en lo personal tuve una visión, de pronto me vi en las mazmorras de la cárcel de la antigua Atenas, el maestro Sócrates nos hablaba a sus alumnos de que no se podía fugar como se lo proponía uno de los guardias porque hacer algo así no era congruente con su forma de pensar y que habría de cumplir su sentencia de beber la cicuta para respetar la ley.
En cierto instante llegó Jantipa su mujer dando grandes gritos, entonces Sócrates la corrió del lugar diciendo que no le echara a perder el momento en que se encontraría con su propia muerte con sus inoportunos llantos y sus gritos, que lo dejara en paz, que quería compartir con sus amigos ese momento tan importante en su vida.
La casa del cronista también fue en algún tiempo la cárcel municipal de Celaya, y ahí estabas tú presente, anoche, en tu silla de ruedas, rodeado de tus amigos, con tu voz firme y con una monolítica entereza hablándonos de tu paso por este mundo y de la aventura del siguiente viaje por el universo.
Entonces me puse a pensar que las personas comunes y corrientes como yo “estamos enfermos de vida” porque solo vemos la vida como la única de las posibilidades y no tomamos conciencia de nuestra propia muerte, por tanto, no la dejamos que entre en nuestra balanza interior para equilibrar y poner orden en nuestra existencia.
Al ver esa paz verdadera reflejada en tus ojos pude entonces concluir que tu ser debe haber ya trascendido nuestra dimensión y que seguramente, como diría Nietzsche, tu alma está ya “más allá del bien y del mal”…
Estoy seguro de que cuando emprendas la aventura de esta nueva travesía irás probablemente a cabalgar junto a Don Quijote, te subirás al barco de Magallanes para circunnavegar otros mundos o te enlistarás en una nueva batalla junto al Ché Guevara para liberar al hombre de esos nuevos universos que vas a descubrir…
Seguramente durante tu partida vendrán los hipócritas, los que nunca se darán la oportunidad de leerte, a hacerte “homenajes póstumos”, me imagino tu risa, tus carcajadas desde donde te encuentres, pobres infelices, pobres enanos que se tomarán la foto para salir en los periódicos y se inventarán mil anécdotas que dirán que “vivieron contigo”.
Pero oh, sorpresa, porque tú no eres un ser anecdótico, tu eres un ser pleno, un hombre íntegro, un ser de experiencia viva. A ti nadie te tiene que contar cómo es el mundo, porque tú si has ido a verlo, a ti nadie te tiene que decir cómo es la tristeza, el amor, la vida porque tú en tus libros nos lo enseñas de mil maneras en cada letra, en cada renglón, en cada frase que nos has regalado.
Querido Herminio Martínez, yo no te voy a pedir que me firmes tus libros para exhibirles después como un trofeo cuando tu ser material ya no esté más con nosotros, porque solo con el placer de leerte una y otra vez estarás presente por siempre en mi vida y en la de todas las personas que te seguirán leyendo hasta el final de la historia.
Para mi es maravilloso poder decirte esto en vida, pero cuando entres en esa otra dimensión, por favor, no te olvides de tus amigos, mándanos siquiera un poco de inspiración, dale a las musas mi domicilio, díctame algunas ideas al oído para seguir cultivando esta bella vocación que tú hiciste que germinara en muchos de nosotros, el gusto, la necesidad, la pasión por escribir.

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DEL GRANDE HERMINIO

José Carlos Guerra Aguilera

1.- Cuando le conocí, hace muchos muchos años, era un joven flaco, sin bigotes, con memoria portentosa, de envidia, que recitaba estrofas y versos y más versos. Casi acababa de salir del Seminario, su escuela fundamental. Nos visitó varias veces y siempre llevaba noticias literarias, no arrastraba la pluma de escribir, porque volaba con ella.
2.- Sus primeras colecciones de palabras las hizo y trató de dilatarlas, difundirlas, publicarlas y llegar a la grandeza. Lo hizo y lo hizo solo, y eso es un gran mérito. Ralph Waldo Emerson, escribió: El éxito consiste en obtener lo que se desea. La felicidad, en disfrutar lo que se obtiene. Solo escaló, remontó su tránsito en la vida. Buscó y conoció a grandes, la foto clásica de él con Octavo Paz, lo refleja: atento, fino, al pendiente; aprendiendo, cultivándose, siempre.
3.- Leer, devorar libros, estar atrapado por la lectura era su aventura, su destino. A pocos he conocido como ávidos lectores: uno de ellos Luis Usabiaga Reynoso, fallecido en Mayo de 2010, a quien califiqué como verdadero gambusino de discos, de libros. Hombre esponja que leía y leía y casi devoraba libros. Otro necesariamente referido Carlos Felipe Guerra Flores, mi padre, muerto en abril de 1986, poseedor de una biblioteca en su tiempo quizás ejemplar, en donde anidó la primera edición de “Cien Años de Soledad”, cuando esa novela no era famosa; hombre disciplinado, lector autentico. Solo menciono a ellos dos, por ser, entre tantos otros, amigos de Herminio.
4.- Lo vi poco en sus últimos años, no lo vi cuando su cuerpo se quejaba. Pero su despedida en el memorable periódico del 19 de Mayo de 2014, de “El Sol del Bajío”, vi su frase lacerante: “Si muero en ti, te pido dos favores: o entrégame al olvido en horas grises, o alójame, ya muerto, entre tus flores para seguir soñando con Ulises”. Quizás pensó al escribirlo, en arribar, parafraseando a diverso autor, a puertos nunca vistos, a detenerse en los mercados fenicios para comprar madreperla y coral o sensuales perfumes…
5.- Cuando Salvador Contreras me habló a las 16.35 horas del domingo, para dar la siempre escueta noticia: murió Herminio, las palomas del recuerdo revolotearon en mi cabeza.
6.- Seguramente de Europa a Celaya, rociando lágrimas más espesas, Farizada Martínez, la hija mayor, debió haber recorrido los tramos de su vida para abrazar a Yolanda Franco, su madre, a Lluvia y a su hermano. Inolvidable lo que le dijo Herminio a Lluvia: "Hay hombres que son huellas en el mar, y que fácilmente quedan borrados de la faz de la tierra, y no dejan historia y tampoco un legado. Yo no quiero ser olvidado, sino que dejaré huella que no se borre, y esos son mis hijos y mis libros". Ciertamente no será olvidado ni por Yolanda, ni por sus hijos, ni por los que tuvimos la fortuna de tratarlo, ni por sus libros llenos de palabras, ritmos, cadencias, de inmensidad e intensidad.
7.- Por ello la Misa que congregó a muchos poetas y amigos, como el gran Franciscano Don Eulalio Muñoz, fue en verdad diferente, las palabras tuvieron un sonido especial; las lágrimas también; los aplausos sonaron diversos a falta de palabras de adiós. Al final, una mujer triste dejó dos flores en la caja donde dormía (¿dormía?) Herminio. En la noche también el cielo dejo caer lágrimas.

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LA PALABRA ESTÁ DE LUTO

Paola Juárez

La palabra está de luto
y me sorprende lo blanco de las hojas,
rueda el recuerdo sobre los libros,
la Casa del Cronista
y la mesa del Taller.
Cae un diezmo de palabras en mis manos,
lluvia bendita que viene y llena el cuenco de mis días.
Te has ido, Maestro...y me pregunto
¿qué será de tu silla que ahora luce vacía,
qué será de tus libros, tus anécdotas y sueños?
Quizás elegiste ir a plagar el cielo con tus versos,
mirar desde arriba cómo brillan los caminos
cuando renace el sol en el bajío, cuando ha dejado de llover.
Te fuiste y no te conocí, no pude palpar tu mano: racimo de poemas.
Pero ¿qué mejor manera de conocer a un ser humano,
sino a través de sus letras?
Un escritor que muere, revive cada vez que se lee.
Pero no has muerto, Maestro,
sólo es tu ausencia la que ahora nos hace compañía.

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A MI MAESTRO, HERMINO MARTÍNEZ

Lalo Vázquez

Tristes noticias rompen mi sueño
y lo que queda de cielo oscuro
se revuelve con mis ideas.
Jamás en la vida encontraré ese riel que nos guiaba.
Solo queda la paciencia para llorar la angustia.
Los recuerdos inundan la soledad de las calles
donde este silencio me grita tu adiós.
Pero lo tuyo se queda conmigo para siempre,
hasta siempre, hasta mis últimos días.

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A TU RECUERDO

Diana Alejandra Aboytes

Un azul que se rompe
y no soy más que piedra en llanto
gota de rocío que resbala por mi alma en sombras.
Me pierdo en la nostalgia de sus letras
y me arrullo en el honor de haberlo conocido,
aleluya de elogios que enaltecen su recuerdo.
Se fue, pero aletea en mi pulso
mientras sus plumas van cayendo lentas sobre mi pecho.

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ETERNA MEMORIA

Alonso M S

Al atardecer, el dragón yace sangrando, muerto con innumerables heridas producto de una fiera batalla, digna madre de muchos cantos de gesta que los juglares narrarán en numerosas generaciones futuras. Su asesino, el fiero campeón de armadura de letras y glifos lo mira cansado, con un gran fulgor en sus ojos. En la refriega, él también ha sido herido de forma mortal. Anochece. Se asoman dos luceros en la oscuridad que lo observan. Nuestro guerrero se sienta bajo un mezquite en la cima de su volcán, el que lo vio nacer. El viento le canta al oído y lo arrulla de forma suave y maternal. El gran Adalid nos guía y cuida desde allá, desde sus letras, desde su legado. Larga vida. Eterna memoria.

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REFLEXIONES

Omar Gabriel Grimaldo

Eran los años aquellos en que no tenías casa,
andabas de nómada,
un día en la Casa del Diezmo,
otro día en la Casa de la Cultura.
Sin embargo, nosotros te seguíamos,
nos bastaba tu presencia,
una mesa vieja, apolillada,
tus relatos, tus poemas.
La Jaula del Tordo, Cantos de Machigua
eran mis libros de estudiante,
en esos días, en aquellos pasillos de la prepa
donde dabas clases y a veces, casualmente te veía.
Fueron años dorados aquellos,
Todavía más grato para mí
fue encontrarte de vez en cuando en los pasillos universitarios,
saludarte y conversar de nuevo.
Pasó el tiempo. Hoy me entero de que has partido
no sé si buscarte en la Casa del Diezmo
o tal vez en la Casa de la Cultura.
Imagino que te habrás aburrido de los mismos viejos sitios,
tal vez saliste a buscar nuevos horizontes,
después de todo eres hombre de libre pensamiento.
Sólo te digo Maestro, buen amigo,
que a donde vayas te seguiremos en tus libros
como en aquellos días de mi recuerdo,
en que sólo nos bastaba un rincón donde guarecernos de la lluvia junto a los portales, una mesa vieja, apolillada y tu presencia.
A la memoria de nuestro querido Maestro, Herminio Martínez.

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DE COPLAS Y NOTAS

Henry Mac

De coplas y notas
Así como de escritos,
dedicación e inspiración....
Así fue tu vida.
Oh, divino tordo,
oh, luz literaria....
Haz trascendido en nosotros
y en nosotros vivirás...
Gracias por abrir nuestra jaula
y liberar nuestra mente.
Hasta siempre, maestro.


domingo, 21 de septiembre de 2014

CON EL FULGOR DE LA ESTRELLA DE LA MAÑANA

Sol del Bajío, domingo 21 de septiembre.
DIEZMO DE PALABRAS
Fundador: Herminio Martínez


“CON EL FULGOR DE LA ESTRELLA DE LA MAÑANA”

Martín Campa Martínez

Herminio Martínez fue un hombre de palabra y de palabras.
Dueño de una extraordinaria imaginación que lo llevó a ser uno de los autores más reconocidos, con su vasta obra enriqueció la literatura mexicana.
Pero hoy no voy a hablar de los éxitos y reconocimientos que cosechó a través de su existencia, no, hoy quiero hablar de la excelente persona que fue él.
Siempre (a pesar de sus dolencias y problemas) la alegría se le desbordaba hasta por el alma. Hombre de un vasto conocimiento que siempre transmitía a quien se acercaba a platicar con él. En sus pupilas los firmes vientos del Culiacán tenían su nido. Nunca olvidó sus raíces. Siempre estuvo atento a los dictados del destino y se encerraba en la biblioteca de Dios a construir inmensos y hermosos “Animales de amor”. Había demasiados tordos volando en sus palabras, que decidió enjaularlos para la posteridad. Y fue un hombre tan sencillo, aún en su grandeza, que siempre estaba ahí para cuando sus pupilos necesitaban un consejo o un jalón de metáforas.
Él nos enseñó a caminar por esas polvorientas calles de Machigua y también nos hizo amar a esos “Hombres de temporal” que siempre se desmañanan en estos pueblos del bajío guanajuatense.
Cuando la congoja nos desbarataba a golpe de relámpago él venía y, pacientemente, nos volvía a armar mientras le hacía la bastilla a nuestros corazones. Nunca olvidó aquellos sueños que se le quedaron lejos, en “La casa bajo la tormenta”.
Y ahí estuvo siempre: fiel, buen amigo y maestro ejemplar.
Aprendimos a ser poetas o narradores asistiendo a su taller literario. Aprendimos a leernos nuestros diezmos de palabras siguiendo sus consejos. Fuimos con él, una y otra vez, a dejar una ofrenda a la historia marítima ante “Las puertas del mundo”.
A mí, en lo personal, me enseñó a alimentarme con el fulgor de la estrella de la mañana y fui huésped y aprendiz en su hospicio literario.
En fin, él fue un hombre con muchas aventuras que siempre vamos a recordar.
Él nos dejó una encomienda que debemos cumplir: seguir sembrando sus enseñanzas por donde vayamos.
Ése, compañeros, será nuestro mejor homenaje al ÚLTIMO PEÓN DE LA PALABRA.

*** Martín Campa Martínez. Obrero y miembro del Taller Literario Diezmo de Palabras. En 1997 presentó un cartel de poesía y pintura en la Casa del Diezmo en la ciudad de Celaya. En el 2000 participó en la revista Tierra Adentro con un poema. En el 2001 ganó el Certamen Literario “Pluma del Sol”, en la ciudad de Toluca. En el 2001 la Universidad de Guanajuato publicó el libro “Mientras digo mi nombre”, donde participó con varios trabajos (el título del libro es de uno de sus poemas). Publicó en la revista Azogue de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guanajuato. Participó, en Internet, en el 3er. Festival Mundial de la Poesía. En el 2007 el H. Ayuntamiento de la ciudad de Celaya reeditó el libro “Aire del Bajío: un acercamiento a la nueva poesía celayense” donde se incluyen varios de sus poemas. Obtuvo mención honorífica en los Primeros Juegos Florales Guanajuato 2007. En el 2012 participó en la Colección Bosques Imaginarios, en Internet. Ganó, en poesía categoría libre, en el 6to. Concurso de Poesía “María Luisa Moreno” 2014, en Dolores Hidalgo. Participó en 2014 en “Cuentos del sótano”, antología que pronto será publicada por la editorial Endora.com. Ha publicado en varios periódicos y suplementos culturales de la región.

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TIERRA ADENTRO

Herminio Martínez

Me gusta ver la rueda de la vida
que gira y tira días sobre este mundo.
Oír cómo rechinan sus engranes,
cómo caen las semanas a los años,
cómo gotean los aerolitos en una noche rota,
cómo funciona el hombre
debajo de un paraguas de llovizna.
Acá la situación es diferente:
Hay tardes en que el sol cae de maduro
sobre las tierras fértiles de abril.
Tardes para llegar tarde a la casa.
Tardes en que la vida se concentra.
Tardes para soltar la rienda al alma
por la llanura que no tienen linderos.
La rata del reloj roe el pan de las horas.
La mamá sirve el desayuno
y felicita a las macetas
por los partos recientes.
El rifle del ocaso nos apunta,
nadie resiste el golpe,
es tanta la ceniza que nos echa
el tizón de la tarde...
Amo indiscretamente la estatura del trigo
y la puntualidad de un vaso de cerveza.
Amo el rumor del agua que desciende
a galope tendido por la cuesta,
y el humo blanco con que las cocinas
anuncian que ya es hora del almuerzo.
Hermosa la jacaranda
que es la alfombra del mundo.
Hermosa es la mañana
con sus manojos de nopales
que alimentan poblaciones enteras.
Y hermosa es la alfalfa
 levantando los brazos
para que nadie se quede sin mirarla,
y las legumbres que el hortelano amarra
para que no derramen su amargura.

Amo el trigal que tiene un rumor de agua.
Y el aire en que se va mi corazón.
Y mis huaraches que no se acaban nunca.
Este es aquél lugar
donde la lluvia era el aliento
que nos levantaba del fracaso.
La eternidad de Dios
acumulada en los rincones de la tarde,
y la memoria es flor que me recuerda
aquel hondo valle con su río al hombro
cuando venían los dueños en sus coches
a ver crecer la espiga del dinero.
Hablo de la necedad de la cebolla
de levantar lazos para amarrar el aire.
Y de mi corazón que abre su boca
para decir y saborear el nombre
de mi madre alumbrando las macetas
con el humilde foco de sus manos.
Me gusta oír gorriones
encima de mi casa mientras duermo.
Sentirlos que no están en el tejado
sino en mi corazón y se lo llevan.
La cola de Machigua es de maíz,
la lluvia se la limpia cada verano
y entonces ocurre la resurrección:
los arroyos regresan con las ubres crecidas,
el día se estira en todo lo que puede
y así lo quiero yo
al escuchar la voz del que trabaja,
ser él y un hijo de él.
Ser su hermano y hablarle como un hombre.

Aquí me encontrarás,
a su lado, si vienes
en ese tren de abril
que tantas veces se detuvo en mi pecho.

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PENÉLOPE

Herminio Martínez

En nombre de esta sal
donde el azul extiende las distancias
igual que alfombras sin medida
para que en su alborozo pueda rodar el viento
te hablo yo el zurcidor de gavias con un lamento a cuestas,
el audaz que ha conquistado los pregones
que me nombran contigo, poniéndome en el corazón de los insomnios:
deplorables paisajes donde en noches como ésta dejé caer mi grito
pero nunca entre un desvelo y otro me abandonó la dicha.
Nube de amor lloviendo sobre mi ánimo,
pétalo a pétalo se me deshojan las palabras.
He andado por los bares que quedan encendidos hasta la hora del alba.
Sombra de espejo soy.
Vengo del mar que viene y va por las canciones
que entonan los inmigrantes con un fulgor de abril en el recuerdo.
Tu cuerpo imaginado
es lo que me apuntala una creación en ruinas.
Supiera, al menos, en que ojos te derramaste resignada
antes de conocerme aquel octubre
en cuyo derredor giraba la realidad de los que querían comprarte.
Y afuera el mar se movía en árboles de agua
con su raíz adentro de nosotros
y voces en las que se oían caer vicios impunes.
Te gané sólo para mí hablándote del sol y de los siglos
de espuma en que se recuestan los océanos
saliéndose del vidrio de sus límites,
mientras tus pretendientes se despiden;
míralos regresar e irse llorando a sus patrias de origen.
Yo me quedo a la fiesta, borracho entre fantasmas
que del Norte y del Sur se acuerdan de sus mástiles.
Un amargo amarillo hace olas en la tarde.
Y ráfagas de rostros buscan guarida en tu alma.
Nombres que yo no conocía se han grabado en tu boca,
como el de ese muchacho a quién, siendo menor de edad,
se le quemó la sangre en el rosal de fuego de tu fama.
Soy un calor sin cuerpo vagando a través de una Grecia olvidada,
en la que nunca me faltaron camas en las que desperté
golpeándome los sueños
(un frío ensangrentado manchaba mis auroras);
aromas que me hicieron saber
que en mis alrededores sólo habitaban los zumbidos.
La tarea más pulcra será ir al encuentro de la mujer más bella,
me dije en esa ocasión y ahí vengo por el mar
cuyas olas ebrias tambaleándose también lo celebraban;
el mar que es un abismo de ruidos refrescantes,
asombro de lagunas de pájaros y peces.

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TESTAMENTO DE CENIZAS

Herminio Martínez
                               
1                    
Si no llego al verano
no me entierres,
manda quemar mi cuerpo
como a cualquier leño de encino.
No tiene caso que hagas gastos mayores,
ni que me guardes en tumbas consagradas
lejos de la intemperie
donde agitan su mar de oro los trigos.
Arroja mis cenizas a un arroyo
para seguir soñando al paso de las aguas
y ser yo mismo acequia
retorciéndose al ojo de los sauces.
Pero si muero en julio,
ah, entonces sí
que me bautice el viento,
que me envuelva la muerte
en sábanas de lluvia
y me ponga una máscara de niebla.
Amortájame con el fulgor del aguacero
y déjame así toda una noche,
una semana, un mes,
hasta que crezcan hierbas en mi cráneo.
Después haz lo que quieras:
vende la casa o átame
al tronco de un pirul,
en la pendiente de celajes umbríos,
donde las tardes, echadas como ciervas,
se derrumban y llueve
en la llanura inmensa;
o acá también al lado de estas flores
que guarda como a sus hijas el rocío.

2
Quiero quedarme aquí después de muerto,
junto a la chimenea,
leyendo, balanceándome
en esta mecedora que mandé reparar.
En esta casa que construí con años
y en la que moran ya los sueños de mis hijos.
Quiero que aquí me vean
los que creen en espantos;
que al entrar a esta sala
adviertan mi presencia
más acá del jazmín que está floreando
y de esos tabachines de follajes espesos.
Que los álamos tiemblen al paso de mi sombra
y que el viento en la calle
cuente que no me he ido.
Digo todo esto
al contemplar ese árbol retorciéndose,
esa rama que extiende su abrazo de culebra.
Bueno, también porque ahora llueve
y la tarde se ha puesto tétrica,
y a mí me ha dado
por echarle unos leños al hogar
y ¿quién no sabe que ese esplendor
es sensitivo y tan profundo
que reverbera en nuestras almas
toda vez que le echamos
una pupila melancólica?

Y si ya no me alcanza el aguacero
a resucitar con su relámpago,
recuéstame en las hojas
para seguir oyendo el rumor de la lluvia.
Esto si me llevara la tristeza
en el último tren de este verano.
Muchacho, me preguntas,
¿dónde dejaste el junco de tu cuerpo?
¿En qué orilla se te quebró esa vara?
¿Qué timón de neblinas
te lo arrancó del agua de tu pecho?
Continuarás
cuando me veas desnudo entre la hierba.
Me la secó el dolor, oirás que te contesto,
el aire la hizo pedazos con sus filos.
Yo buscaba un hogar
para que entrara el sol
a sentarse conmigo
y hallé la noche con sus paredes frías:
oscuro sitio para alcanzar la penitencia
y entre a esperarme el próximo diciembre.
A lo mejor vuelvo a nacer
en la simiente que elevará sus tallos
cuando llueva.
¿Quién te dice que no seré yo el nuevo junco
que tensará sus ramas
al paso de los vientos?

3
Yo no inventé el dolor,
él me persigue desde que vine al mundo
tocado por la sangre
de la mujer que me engendró en su rayo.
Yo no le dije ven,
posee con tus langostas mis recintos.
Me llamó por mi nombre,
me picó con su cola de alimaña
y desde entonces soy este que gime.

4
Cuando quieras hablarme
no envejezcas doblada
buscándome en los libros.
Mi cuerpo no alcanzará ese honor
que a otros corresponde.
Sal al campo donde la grama orea
el brillo de sus verdes.
Allí me encontrarás,
-si sabes escucharla-
en la canción de los trigales.
Allí donde ya ronda mi futuro
a la luz del relámpago,
más allá de esta casa,
entre lo que me exulta y el gemido.
Encuéntrame en el polen
de las enredaderas.
En una tumba
donde crezcan los girasoles y las malvas.
A la hora en que los jazmineros
derraman su perfume.
Allí estaré tiritando en espíritu
con la misma tristeza
que no fue sino un hacha
que me marcó el semblante para siempre.
Allí donde cualquier tallo es mejor
a este sacudimiento
que todas las mañanas
me aprieta en sus molares
hasta hacerme pedazos el sollozo.
Yo quiero que me grites en el pulmón del aire;
que preguntes por mí a las aguas
que van por las acequias
entre carrizales y árboles sombríos.
No te quemes los ojos revolviendo papeles,
nadie guardó mi nombre,
lo sepultó el verano
donde la hierba y el color se sientan
a decorar los músculos del orbe.
No los arrastres por el alfabeto,
mi archivo es el mezquite
donde se achata el rayo;
la colina ancestral
donde las rocas piensan,
el eucalipto que acumula
de copo en copo,
a sus pies,

su nevada fragante.

A la memoria de Herminio Martínez

      Herminio Martínez, maestro, guía, luz, manantial, amigo entrañable y forjador de lectores y aspirantes a escritores. Bajo sus enseñanz...