viernes, 28 de febrero de 2014

ALGUIEN RIEGA MIS FLORES



ALGUIEN RIEGA MIS FLORES

Herminio Martínez

Con frecuencia me acuerdo de la tarde en que los habitantes de Maravatío me trajeron a enterrar. Era uno de tantos días de junio, con retoños en los sauces y rebaños de reses volviendo a sus corrales. Había perros ladrán­dole a la gente y multitud de cuervos pregonando que estaba a punto de llover, pero nadie, ninguno de los que me conocían, habría podido imaginar realmente el tamaño de nuestra desventura. Entre el mujerío que lloraba, oí que Nicolasa Yerba se desmayó y que la recostaron entre las tumbas de Gregorio Almanza y Nazarena Olalde, muertos a balazos en los tiempos en que el presidente de la República mandó ce­rrar todos los templos. Oí también que mi padrino Lalo Salazar juró sacrificar a la bestia que me había inferido semejante mal, y que a mi mamá tuvieron que darle un tratamiento con valeriana antes de llevarme al panteón, ya coronado y con el traje­cito de san Gabriel Arcángel con el que me vistió Dolores Oropeza. Comprendí, en­tonces, cómo mis tíos y demás familiares habían pasado la noche velándome sin hablar, pero bebiendo de una misma botella que se pasaban de boca en boca y de mano en mano. Vuelvo a sentir la presencia de tantas personas trayéndome a este lugar, donde pusieron una cruz con mi nombre y las fechas de nacimiento y muerte en sus brazos, sobre el montoncito de tierra del sepulcro. Recuerdo el viento chi­llando en los paraguas de la multitud y aquel aroma de hierbas a la entrada de este cementerio del Potrerito.

—Pues ahora sí, Ramiro, ya tienes un ángel que vele por ti en el cielo… —oí que le dijeron a mi papá, pero él nada más hizo “mmm”.

—¡Un ángel tuyo en la corte de Dios! ¡Date cuenta, Miro! —intervino otra voz a la hora en que el aire se embravecía aún más por el lado de las tierras de Antelmo. Aquellas palabras me devolvieron al instante mismo en que, al salir de la escuela, Liborio Noria pasaba con Pasodoble ensillado y a mí se me ocurrió pedirle que me dejara dar una vuelta en tan hermoso animal, y el hombre, a sabiendas de que yo era buen jinete y de que su montura era mansa, no opuso ninguna objeción a mi súpli­ca, y me fui cuesta arriba, hasta que los perros de tía Goya Mares le mordieron los cor­vejones al caballo y éste se espantó, tirándome de nuca contra las piedras de la Loma Parada y de ahí en adelante fue rebotar, rebotar y rebotar el bulto de mis huesos, atorado como iba en uno de los estribos de la silla. Recuerdo a tantos señores que corrían detrás de nosotros con la ilusión de salvarme, pero Pasodoble no se detuvo sino hasta que se cansó de correr entre peñascales y senderos de abrojos y a mí ya no me quedaba nada de vida debajo de la carne, pues la había regado a cho­rros por aquel rumbo desde donde una vez mi papá y yo vimos la culebra de agua que causó muchos destro­zos en el rancho de La Maroma. Los alumnos y los maes­tros, al enterarse de mi desgracia, se congregaron frente a la casa de mis padres, encabezados por don Eleazar, quien sollozaba, sonándose estrepitosamente la bola de la nariz, como cuando en la escuela nos daba clases de geografía o nos contaba cuentos. Me llevaron flo­res y velas de cera blanca; listones y coronas de tul. Durante el velorio distinguí la dicción maciza de los habitantes del Rodeo y la de los tartamudos de Ocua­ros, hecha una sola masa de gemidos con la de los de La Mocha y La Sauceda, pueblos en los que se cree que cada primero de noviembre se oye pasar un tren in­visible. Leticia López Veneno, comadre de una prima segunda de mi mamá, vino con toda su prole desde el pueblo de Ocurio, y al pasar por Urireo invitó a unas amigas suyas para que la acompañaran en su “dolor”, de modo que cuando mis hermanas las vieron llegar, ya sumaban casi un ejército. Albertina Paz Borja bajó de Arreguín de Arriba, con sus hijos y dos medio her­manos que eran músicos, a darle el pésame a mis pa­dres, y aprovechó —así lo dijo al saludarlos— para traerme una brazada de huellas de san Juan y otra de lirios. Gregorio Urbina, el aguardientero de La Mora, cooperó con dos barricas, para que aquello fuese más fácil de llevar allí en la calle donde los hombres con­versaban, mientras que Chema Vélez, el rezandero de Los Lugos, se dejaba venir con sus mejores catequis­tas, dizque para ayudar a mi alma a guiar sus pasos por los caminos de la vida eterna, ¡háganme el favor! Cohe­tes, llantos, carreras, risas y perros vuelvo a oír al re­montar aquella noche cuando, en una mesa colmada de flores, estaba yo, o lo que sobró de mí, vestido de santo, con las manos juntas y los ojos al revés. Habían hecho un altar, entre ramilletes y veladoras, para tres vírgenes del tamaño de mi hermanito Rómulo. Ellas eran: santa Inés, santa Rosa de Lima y santa Martha con todo y dragón. Fue una noche muy laboriosa, pues tuvieron que darle de cenar a todos los invitados y a cuantos lo pidieran después de haber visto cómo me quedó la cara y la corona de mártir que me puso mi madrina Clemencia del rancho de La Moncada, donde a los picados de alacrán —se cuenta— los mecen en una hamaca para que se curen de su mal oyendo música. El camino hacia el cementerio no fue corto ni largo. Más bien me pareció un vaivén tolerable, amenizado por el violín de Carmelo Espinasa y la flauta de Filogonio Trujillo, el del anís. Cuando alcanzamos la orilla del Escobar, los de La Cruz entonaron letanías y los del Romeral jaculatorias. Más adelante, los nietos de don Jesús Alcántara se liaron a golpes por unos tenis ama­rillos que alguien dejó colgados en las ramas de un pirul, situación que aprovechó Cecilia Bucio Romero para rezarme otro rosario y decirme una más de sus jaculatorias. Es verdad que sufro mucho al acordarme de la gente que corría cuando empezó la lluvia. Los oía irse. Toser. Conversar. Sentí quedarme solo en es­te espacio en el que apenas sí cupo la caja de madera en que me enterraron. Me quedé en esta apretura habitada únicamente por mi voz. En este hueco horrible donde ahora me encuentro sin poder hacer otra cosa que pensar en tantas poblaciones que, en vida, recorrí con mi papá, cuando me llevaba a vender quesos y dul­ces de los que hacía mi mamá con la leche de La Palo­ma. Aquí siempre hay humedad. El agua se filtra hacia mi esqueleto por los agujeros que dejan las hormigas. Lo que han de sufrir mis hermanas cuando alguien les habla de mí. Igual que esa noche en que la casa se llenó de visitas, venidas a darles el pésame al en­terarse de que el caballo me había arrastrado por el camino de Barradas. De todo me acuerdo aquí. Hasta del sacerdote que pronunció un discurso ante la con­currencia, después de asperjar con agua bendita mi cuerpo descuartizado. Llegó con sus abrazos y sus lutos, gimiendo como si en verdad algo muy hondo le doliera, y asegurando que a esas horas ya estaba yo gozando de la presencia de Dios en el cielo.

—Los niños muertos son angelitos con unas ánfo­ras al hombro, en las que cargan todas las lágrimas de sus familiares y amigos. Y hay algunos que ya no pue­den ni moverse bajo el inmenso peso de la amargu­ra. ¡Por favor, no sean ingratos! —decía—. Ya no le lloren más a este pobre, ¿qué no ven que le están ro­bando su gloria?


Muchas otras versiones, acerca de los lazos con que los muertos se quedan atados al mundo, propagó el religioso frente a la mesa donde me tendieron, y a la que las mujeres colmaron de margaritas, aretes, chis­mes, fríos, camelinas, orejas de ratón, copas de oro, ojos de pájaro y tronos de la sabiduría. Los oigo. Los vuelvo a ver en este silencio. En esta intimidad donde mi ser palpita. De todo me acuerdo aquí. Y aunque ten­ga miedo, no hay quien venga a hacerme compañía. Nada más las raíces que a veces se me enredan en los huesos, creyendo que —en su loca carrera— se trope­zaron con algo nutritivo. Pero nadie piensa en mi gran soledad. Nadie en esta zozobra de no saber qué hay más allá de la muerte, porque, ¿quién se iba a imaginar el pánico que me causan las fallas geológicas cuando rugen y hacen temblar la tierra? ¿Quién el rencor que siento en las horas más ásperas del sepulcro? A nadie se le ha ocurrido pensar que no estoy en el cielo can­tando alabanzas entre los serafines, sino en esta oscuri­dad en la que me aso en un infierno de impotencia y vigilia. Todos tienen la idea de que de veras me fui a apartarles un lugar a la gloria. Viven en la tranquili­dad de que mi alma salió volando por la rajadura que se me hizo en la frente. Eso creen todos y por eso ya ni misas me mandan celebrar. Han de decir que no tiene caso seguir gastando dinero si ya estoy entre los coros celestiales, ¡ojalá así fuera! Nada más para no estar esperando ese final… Esa dura verdad que tanto me incomoda y que nada tiene que ver con lo que se dice y se canta cuando a uno lo tienden y le ponen la túni­ca que, suponen, ha de servir para las fiestas de la vida eterna. Todo esto y más quisiera decirle yo a la señora que de vez en cuando aún viene a regar las flores de mi tumba. A esa mujer que escucho llegar y me alegro en mí desde este estado de polvo en que me encuentro. Al principio pensé que era alguien que se había equi­vocado de muerto, pero a la larga me fui dando cuenta de que era a mí a quien venía a llorarle. “¿Quién se­rá?”, me preguntaba hecho una mezcla de sentimientos y angustia, de pensamientos encontrados. “¿De qué ojos saldrán esas lágrimas que sin mojarme me calientan?”, decía con un nudo en lo que entonces todavía me que­daba de garganta. Después comprendí que era mi mamá quien venía a sentarse, aunque fuera sólo un ratito, en la cabecera de mi tumba. Ahora mismo la estoy espe­rando a que llegue con sus cubetas y su llanto, a refrescarme las petunias y a pronunciar, como sólo ella sabe hacerlo, con tanto amor las letras de mi nombre.

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Herminio Martínez, poeta y narrador. Profesor jubilado de la Universidad de Guanajuato. Nació el 13 de marzo de 1949 en la Cañada de Caracheo, Cortazar, Gto.
Entre sus novelas más conocidas en la literatura de México destacan: Hombres de temporal, Diario maldito de Nuño de Guzmán, Las puertas del mundo, Invasores del paraíso y Lluvia para la tumba de un loco. Ha publicado también los libros de cuentos, impresos y audiolibro: La jaula del tordo, Los nardos del insomnio, Tan oscura noche de tormenta y Manantial de cuentos infantiles.
Entre sus premios de poesía, son de notarse el "Punto de Partida" de la Universidad Nacional Autónoma de México; el "Manuel Torre Iglesias", de la Paz, Baja California; el "Ramón López Velarde" (FONAPÁS), de Zacatecas; el "Pablo Neruda", de Buenos Aires, Argentina y el “Clemencia Isaura de la poesía”, del carnaval de Mazatlán, el cual obtuvo en 1985. Y el de las “Justas Poéticas Castellanas”, de Palencia, España, en 1995. En ese mismo año fue ganador del Premio "Lotería de Cuentos", de Editorial Planeta y la Lotería Nacional.
En 1996 obtuvo el Premio Nacional de Novela “José Rubén Romero”, otorgado por el Instituto Michoacano de Cultura y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes de la república mexicana. Y en 1998 el Premio Internacional de Novela Corta “Ciudad de Barbastro”, en Aragón, España, con El regreso, novela histórica ambientada en la vida de Antonio Pigafetta, marino de Magallanes. Otros premios que ha ganado, son: El Premio Nacional de Poesía Gilberto Owen, en Culiacán, Sinaloa, 1999. En el año 2000 fue distinguido con el Premio Internacional de Poesía "Hermanos Argensola", en España, por su poemario: Música para desventura y orquesta. En Argentina ganó el Premio Internacional de Poesía "La Poesía y el Mar" de la Biblioteca Popular de Monte Hermoso, Buenos, Aires. Y en 2001 recibió el Premio Internacional de Poesía Cáceres Patrimonio de la Humanidad, por su poemario Animales de amor, publicado por Editorial Algaida. En 2002, fue ganador del Premio Nacional de Poesía “Amado Nervo”, con Monólogo del habitante. En 2011 obtuvo el Premio de Novela “Valladolid a las Letras”.
Es autor también del libro Donde viven mis muertos, historia de la Cañada de Caracheo, una comunidad del municipio de Cortazar, estado de Guanajuato. Y Eterno esplendor, historia de Celaya la Puerta de Oro del Bajío.
Es miembro de la Academia de Artes y Ciencias de la UNAM –Enep Zaragoza-, de la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM), y, desde 1994, correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua.
En 2013 La Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) , y la fundación cultural René Avilés Fabila, publicaron una selección de narraciones de este autor guanajuatense, bajo el título de La eternidad no tiene mirasoles. Y Ediciones Horson de México, en conjunto con el Sistema Educativo Valladolid, preparan el lanzamiento de la primera novela juvenil de Herminio Martínez, intitulada: El alma en la colina.
Actualmente es el Cronista de la ciudad de Celaya, Guanajuato.

jueves, 27 de febrero de 2014

EL SUAVE LICOR DEL PECADO... Eros, en la voz de Martín Campa Martínez


BOTÓN DE ARDOR Y FIESTA

Martín Campa Martínez

Pezón húmedo que me miras, que me destruyes,
incéndiame las sábanas hasta el amanecer,
rómpeme los huesos, las ganas, el amor.
Pezón intenso, no me abandones a mi suerte.
Tómame, incinera mi alma y mis desvelos.

Pezón maravilloso, hijo eterno de Dios,
ampárame en tu sopor sabroso, exquisito;
acógeme como al viento las campanas.
Pezón sensible, botón de ardor y fiesta,
fulgor nutritivo que alimentas a todos
los que somos amantes.
Márcame con tu redondo ritmo las pupilas,
acaríciame la espina que es mi espalda,
soy tuyo, soy tu espejo, tu agua, tu novela.

Ay, pezón de éxtasis, muérete conmigo.
Lléname, no me desampares,
cúbreme con tu inmenso aroma de mujer.

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LUNAS DESCARRILADAS

Martín Campa Martínez

Somos iguales en la oscuridad, Marina:
tú, alcohol para mis labios; yo, escalón para tu amor.

Me ves fijamente con tus ansiosos ojos
y comprendo tu mensaje:
deseas que ciña más tu espalda a mi piel.
Y este concierto de aromas se prolonga
hasta que el sol viene a derramarse
sobre las calles de esta ciudad.

Entonces te aprieto y arqueas tu sombra,
lames y me transformo en dulce contorsionista.
Las sábanas son el punto
donde la batalla llega al clímax
y me persigues por toda la habitación
como luna descarrilada.

Parecemos dos manzanas frotándose la pasión,
dos gotas iguales en la penumbra:
muerdes, gimo; cabalgo, y tú me guías…

Y en verdad somos tan frágiles, marina,
que un viento mal intencionado
(luego de amarnos tanto) nos haría caer,
de nueva cuenta, una sobre la otra...

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MUJER QUE SUEÑA

Martín Campa Martínez

Es domingo.
Un blues sube y baja por la ventana del silencio,
incita mis sentidos,
los enrojece hasta volverlos fuego en mi vientre.

Desnuda sobre las horas
pienso en tus labios de poeta recorriendo mis lágrimas,
en tus manos de arcilla reinventando mi piel.

Abro esta ventana para que entre a refrescarme
un canto de cenzontle,
desde el corazón calcáreo que luce el infinito,
pero sólo llega un aroma a ciudades en vela,
a ángeles insomnes,
un sabor a sabinos con piel de barro.

Mi cuerpo lleno de ansias
se derrama como lluvia sobre el lecho nupcial
y creo sentirte entrando a mis deseos,
pero no, solo es un falso delirio.

Otra vez apago mi calor
con el susurro de esta noche.

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EL SUAVE LICOR DEL PECADO

Martín Campa Martínez

Ella se deshace en ansias.
Ríe, moja con su delicadeza nuestras almas.
Sube con frivolidad a la pista, salta, inicia su fiesta.
Frota su hermosura con los secretos hilos de esta noche.
Muerde sus labios, nos corta la lujuria con el brillo de su carne.
Con el humo de algún cigarro adorna lo salado de su sexo.

Se contonea,
su perfume acaricia despacio
los poros de quienes la anhelan.
Derrama sus olores, nos deslumbra con sus movimientos.
Se monta en el falo hirviente de la música.
Apacigua la tormenta de los borrachos.

Baila, se burla de quienes no podrán tenerla esta noche.
Juega con sus senos,
los transforma en mariposas de un solo vuelo,
los pinta con la leche de la ciudad.

Juega a ser otra, la hembra de todos, el suave licor del pecado.
Abre sus muslos, toca su flor ardiente hasta incendiar nuestros nombres.

Danza, se vuelve eternidad.
Danza, nos moja con la miel de su ritmo.
Ni la lluvia se atrevería a interrumpir este momento.

De pronto se hace un silencio, estoy mojado hasta los recuerdos.

Las luces se apagan, ella baja del entablado,
alguien la cubre con una bata de seda.
Avanza aromando los ojos libidinosos de los parroquianos.

Apresuro mi vino y ella se acerca a mí, temblorosa.
La tomo por la cintura ante la envidia de todos;
beso su oído, mientras me voy perdiendo
en el fuego de su historia.

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VIDRIO MOLIDO

Martín Campa Martínez

UNO
Perdido en el océano de tu cuerpo,
náufrago temeroso
varado en la isla de tu voluntad,
fue mi balsa salvadora
tu clítoris lleno de luz.

DOS
Exaltado,
comprobé que algunas
de mis manías
aún son infalibles:
en este instante glorioso
te facilito el licor amargo
para que continúes
emborrachándote con las sombras
que perdió el verano,
quizá al final
tus labios se transformen
en ese luminoso vidrio molido
que uses para rasgar
mi espalda.

TRES
El fuego de tus manos
calcina la palabra
que es mi vientre,
entonces miro
a través del cristal
de la noche:
a lo lejos
también la ciudad,
como nosotros,
arde.

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AVISPA ENFURECIDA

Martín Campa Martínez

Ha llovido otra vez
y la ciudad semeja un ave con plumaje nuevo.

Afuera el frío muerde los edificios y la rutina,
mientras yo aquí
no puedo cerrar los párpados esta noche
viendo cómo mis dedos
se deslizan sobre tu entrepierna.

Y eres avispa de vagina enfurecida,
mujer de agualuna melódica,
pecho de engolosinado nombre.

Gira y gira la oscuridad
-torbellino jalándonos el músculo del deseo-
y mientras las horas pasan
igual que tristísimas estrellas fugaces,
vuelvo a embriagarme
con el afrutado aroma de tu piel.

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AL COMPÁS DE LA MÚSICA

Martín Campa Martínez

Sonia se transforma en la noche misma,
en sus muslos mis pupilas hacen fiesta.
Mueve su pelo y sus ganas al compás de la música.
No resisto su aroma a ciudad recién lavada.
Es semejante a Dios, pero está triste:
tiene acongojado el ritmo de sus caderas.

Se contonea, me observa, me dedica su baile.
Su espalda es como el verano
que anhela deshojarse en la mano de un poeta.
Se mueve como un alud de estrellas.
Humedece su sombra en mi copa de licor,
sabe que anhelo estar a su lado.
Entonces las luces se encienden, finaliza su show
y, esplendorosa, toca sus muslos por última vez.

Baja del escenario y llega a mi mesa.
Besa mi entusiasmo y yo tiemblo.
Sonia me invita a morir despacio en su lengua
mientras disfruto como ella
esas brasas del fuego hacendoso que es el amor.

martes, 18 de febrero de 2014

HOMBRE DE TEMPORAL, Sol del Bajío, 23 de Febrero de 2014

HOMBRE DE TEMPORAL

“No digáis que, agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.”
Gustavo Adolfo Bécquer

         Cuando llegué al Taller Literario Diezmo de Palabras el maestro Herminio, en una ocasión, me dijo que “a un escritor se le conoce porque hasta dormido se le caen las palabras de la boca”, y es verdad, pues él, con su inmenso cariño que tiene por esta ciudad de Celaya, nos ha demostrado que uno siempre logra sus propósitos, y más si hay sobrada inteligencia y corazón para llegarle a la gente.
         Hoy en día hemos de estar agradecidos con DIOS pues, luego de la intervención quirúrgica a la que fue sometido y de la cual salió bien, sigue dándonos muestra de su gran fuerza y amor por su familia.
         Yo siempre he creído que, aparte de los grandes reconocimientos que él ha recibido durante toda su vida, éste, el de que nosotros sigamos creando literatura, es el más grande y que durará para siempre; él, que es un guerrero y hacedor de letras maravillosas, para eso nos ha preparado; para eso ha cultivado su pasión y enseñanzas en nuestras almas, y nos ha lanzado al ruedo de este voraz mundo, porque: ¿cuál, si no la de entregarse a los lectores, es la tarea de un escritor?
         Honremos pues, en vida y para siempre a ese GRAN HOMBRE que nunca dudó, y eso me consta, en darnos la pócima para que nosotros, sus escritores, los escritores del TALLER LITERARIO DIEZMO DE PALABRAS (y otros tantos que algún día se fueron y nunca regresaron, o ya son parte de otros grupos, o van por la existencia brillando a cómo su inteligencia les da a entender, pero en fin, todos compañeros en diferentes etapas y momentos) pudiéramos continuar en esta lucha por plasmar nuestras letras en los sitios donde puedan devorarlas los lectores.
GLORIA Y HONOR A ESE HOMBRE DE TEMPORAL.
Martín Campa Martínez



EVOCACIÓN

Diana Alejandra Aboytes Martinez

Principio y fin,
fuerza del misterio
que se mezcla en nuestra química,
arde en nuestros tactos.
Invisible acento
aquello que se mueve detrás de la palabra,
late dentro del sentimiento, poema, melodía…
Susurra dentro del silencio
y le habla al oído al deseo.
Nos ata a la locura
empuja ante el abrazo
y vive en lo profundo del suspiro.
Cuando amamos,
somos carne, espíritu, letra, compás, viento, mar…
Es un viaje al no sé dónde
y el no sé quién se hace presente.

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AMOR SIN EDAD

Margarita Medina Vega

Quédate conmigo al alba
de espaldas al atardecer.
Y así, tomados de la mano
miremos juntos las estrellas
suspirando por viejas primaveras.
Quédate, y regálame el silencio
de tus sueños ya dormidos.
Siente el calor de mi cuerpo
que desea me regales esta noche,
sin pasiones que atormenten.
Solo la dulce canción de tu mirada
compartiendo un universo.
Besemos nuestros recuerdos
Y de los latidos del corazón,
bailemos una sonata bajo la luna.

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HOY REGRESO

Javier Aranda

He nacido desde la tierra fértil
y donde la noche hace callar la marea.
No daré vuelta a esa artería
de luna fría,
ni a esa niebla y oscuridad
que llevan su rostro descarnado.
Hoy regreso con manos de agua
y con una vereda imperdible de luz
que desnuda lo que guardo.
Hoy se disuelven las rocas del alma
y destierro con vértigo el hastío.
Hoy regreso con secretos transparentes;
libros con silabas deletreando el futuro,
con la boca ágil de soñar extensos besos
y con unos huesos que cantan silencios.



DÉJAME LLOVERTE

Cazador de Letras

La lluvia arrecia, cae despiadada, resbala en los edificios de la ciudad matando al silencio con su dulce son. Detalle a detalle recorre y lo inunda, litro a litro derrama la sangre de los dioses. La ciudad entera te llama, pronuncia tu nombre susurrando entre silencio y silencio. Me tortura, azotando con lágrimas mis pies, se mueve el cielo en torno a mis pesares y recuerdos, estoy muriendo, la infinidad misma me detesta, paso a paso el silencio aguza con piedad y acoge mis delirios, acariciando desde la punta de mi cabello hasta el borde de mi rostro y de nuevo cae, rebotando junto a mis zapatos.
Yo, inocente y perdido te veo danzar en el aguacero, dar saltos y piruetas cual alma libre, veo tu silueta, blanca, húmeda y empapada en perfección que en otro ser no hay. Cobarde, huyo corriendo, escapo de la escena que me condena a verte y que vierte tus sonrisas sobre mí, se escucha tu ballet resonar a lo lejos, todo te revive, todo lo que moja la lluvia se convierte en una extensión de ti.
Cesa de llover, tu presencia desaparece y con ella mi alma, mi voluntad y mi cordura. Nuevamente muero. En una sombra y bajo un charco de lodo, sangre y los restos de la maldita lluvia, reposa mi cuerpo. Apenas se alcanzan a oír mis dolientes palabras que con sarcasmo y ruego dicen:
- Vuelve, aún no termino de llorarte.

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A VECES QUISIERA

J. Luz Sierra Enríquez

A veces quisiera
no llamarme con mi nombre
perderme
dejar atrás la casa
los recibos de luz y agua
y la comida
vivir de letras
comer a diario poesía
y de postre solo libros
caminar desnudo
sin más vestido
que mi sonrisa
y tu recuerdo golpeando
sobre mi frente .

Olvidar la escuela
los trajes
las corbatas
y los tenedores
los pañuelos .

Un lugar
sin semáforos
cables
asfalto o concreto
a veces quisiera.

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EL SOL DE FEBRERO

Martín Campa Martínez

Como una filosa daga
lanzada desde la cima,
se asoma el sol de febrero.

Temprano los campesinos
se marchan a sus quehaceres,
mientras el campo se colma
con ese aroma sabroso
que surge de algunas flores.

Por el distante sendero
se distingue una silueta:
un apresurado arriero
viene arreando su ganado.

En mi casa las mujeres
preparan esa gran fiesta
para la hora del almuerzo.

Como una grandiosa rueda
que ilumina nuestras granjas,
surge el sol repleto de aves,
pintando nuestra pobreza

con su profundo resplandor.

miércoles, 12 de febrero de 2014

EROS, poesía de Paola Juárez, Diezmo de Palabras


CAMÍNAME

Camíname con la yema de tus dedos,
suavemente, sabiamente
como aprendiste a hacerlo.
Camíname con los ojos,
mira los recuerdos que has dejado en cada encuentro con mi piel.
Camíname con la boca, con las piernas,
con el sexo,
camíname; graba una nueva ruta para buscar en
la ausencia,
el mítico aroma de tu piel
sobre mi ser.

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INVASIÓN

Rendida, sin tregua,
cedo a la ambrosía
que nace por tu cuerpo.
Perdido debajo de mi falda,
asido de mis senos,
invades mi centro
con tu aliento.
Tienes la sangre caliente
y yo los senos turgentes,
deseosos por ser granadas en tu boca.
Tu mente divaga presa de placer,
despierta el ansia,
el arrebato ante mi encanto.
Toco el asta bandera de tu sexo,
jadeo, lucho,
pierdo la batalla
y en mi patria desbordas el grito victorioso
de tu canto.

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EROTICOTÚ

Me gusta tu sexo.
Tu manera de hacerme el amor
en silencio.
Tu aliento,
tu aroma,
tus manos con todos
sus dedos.
Me gustan tus roces,
tu desnudez viajando por todo mi cuerpo,
tus ojos alumbrando el deseo,
tus labios; con o sin besos.
Y mi boca,
mi boca emitiendo gemidos de gozo,
placer y lujuria
al sentirte profundo,
cimbrando mi centro.

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URGES

Me urges de este lado del silencio,
donde no escucho tu voz
pero imagino
tu risa.
Urges en mi canto privado, en mis labios dulces
que ansían exhalar mi sentir
de mi boca a tu boca.
Me urges más allá de la palabra,
de la caricia del verso,
del susurro y el guiño
que entreveo, coqueto,
de tu pluma a mi cuerpo.

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ATADA

Atada,
aferrada a tus letras,
a la fantasía líquida que emana de
tu boca.
A tu erotismo salvaje
que llega, golpea, desarma
y me obliga a caer rendida a tus pies.
Atada por tus manos,
adherida a tu cuerpo, tus muslos, tu sexo.
Enraizada al verbo que es tu carne,
atada, adherida, impregnada de ti, tatuada a ti,
como segunda piel.

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UN CUARTO DE HOTEL

Vino,
bocados,
plática y risas,
sin nada existiendo.
Sólo ella y él flotando,bailando
en aquella habitación.
Entre tragos, un beso.
Un roce de manos,
una mirada cruzando, traspasando a la otra
mirada.
Su rostro coqueto,
sus ojos inquietos por verla desnuda.
Los besos creciendo callando palabras
dando paso al lenguaje del cuerpo.
Y así, concluir una historia prohibida, una pasión censurada,
en un cuarto de noche,
en un cuarto de hotel donde no hubo testigos,
sólo un secreto en gemidos fielmente guardado
debajo de las sábanas.

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SIN TÍTULO

Estabas ahí, acostada y desnuda
sobre una sábana blanca,
con la luz de la luna posándose en tu rostro;
eras la viva imagen del deseo,
de mi ansia loca, naciendo, pulsando
por mis venas.
Tus labios rozaban el aire
que exhalaba mi pasión,
cada suspiro, cada gemido atrapado
buscaban encontrar la libertad
en la geografía ondulante de tu cuerpo.
Mirabas la noche callada,
y yo, oculto a través de mis desvelos,
observaba a detalle cada poro de tu piel:
lienzo inmaculado para grabar en ti
una noche plagada de escarceos,
para vestirte con mis labios
e inventar una ruta que desemboque
para siempre en tu valle
salvaje y misterioso,
para perderme y poseerte,
para eternizarte,
con mi dedo en la boca,
silenciando el estigma del pecado.

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IMPÚDICA

Frota tus labios
graves
contra mi piel
candente.
Domina con tu mirada
la expresión
de mi boca.
Estima mi suavidad
con el fuego
de tu aliento.
Estos
labios jadeantes,
este cuerpo convulso,
este higo entreabierto,
te lanzan un
grito obsceno
pidiendo que me viertas
de tus
aguas fecundas.
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HUELE A MUJER DESNUDA
¡Que Dios o el Diablo me conserven para deleite de tus pecadores ojos!

Me quito la ropa,
arrancándome
la tela
que oprime
las perlas gemelas de mis pechos,
dejando que palpiten
libres
mientras me contemplas
-creyéndote oculto-
detrás de tus deseos.
Renuncio a mis bragas,
me despojo de ellas,
las deslizo lentamente
dejando al descubierto
la estimulante golosina seductora
que aguarda
entre mis piernas.
Comienzo a acariciarme,
a frotarme suavemente
este cuerpo que ondula,
poblando el ambiente con
mi silueta desnuda.
Y te invito a explorar conmigo
las rutas de mi carne,
excitando-incitando
a despertar en ti
tu pulsión escópica.

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SEMINAL

Fecúndame los poros,
deja grabada
la esencia de
tu orgasmo
en mi
epidermis.
Esparce en mí
el frenesí
de tu
acueducto lúbrico
mientras regresa la paz
a tu latido.
"Escribe sobre mi cuerpo,
un poema
de tu puño y esperma".

-Paola Juárez-

martes, 11 de febrero de 2014

EROS, poesía amorosa, erótica, lúdica y cachonda de autores del Diezmo de Palabras



MONTAÑA BORRASCOSA

Alejandro Martinez  “Palabra Errante“

Montaña borrascosa que de tus caderas deslizan fantasías
Que de tu fauna renace la vida y se amamanta la crudeza 
Que de tus pantanos se desborda tu ánima inerte 
Tu dolor, que me golpea cual garra de tigre 
No llores por mí, que yo no lloraría por tus laberintos silvestres
Tus cabellos son destellos de lo oculto y profano de aullidos de lobos salvajes, excitados por la luna y el misterio de la noche, tu noche, nuestra noche
Sigo perdido en las entrañas de ti, de lo fresco entre las tormentas de tu naturaleza
Atravieso tus campos, profano tus riachuelos, padezco tu frialdad
En la cueva de tu parte más alta he encontrado mi sepulcro

Hoy es buen día para morir en ti, en ti moriré, en tus caprichos húmedos.

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TIC-TAC

Noradino Rodríguez

Tic – tac… el tiempo se anuncia
poniendo su voz en el reloj de pared de nuestro cuarto,
Aún sin luz me parece ver tu pecho desnudo moviéndose al compás de tu respiro,
Ardo en deseos de tocarte,
Poco a poco acorto la distancia hasta tu oído,
Con un beso leve deposito entre tu pelo un callado ¡te quiero ¡
Tu respiración se agita, me acerco un poco más.
Tu sonrisa se abre paso en lo más oscuro del deseo,
Tu mano busca la mía y la deposita en tu pecho,
Como lobos sobre su presa mis labios se apoderan de tu aliento,
Tus brazos rodean mi espalda y los míos la tuya.
Tic – tac suena el tiempo, mas a quien le importa si es que sigue avanzando o se detiene eternamente.
En esta pasión de los dos no existe nada más,
Solo nuestros cuerpos sumergidos en la locura,
Cayendo frenética e inevitablemente al fondo del placer.
Este placer sin miedos, sin sensatez,
Desprovisto de censura de tabúes,
Tan capaz de arrancarnos del suelo,
Y elevarnos a universos desconocidos y lejanos,
Prohibidos a los ojos de los que no aman como nosotros.
Este placer que parece por segundos nos arranca de la vida,
Dejándonos sin respiración al momento de llegar a la culminación del viaje.
Siento tus uñas aferradas a mis manos,
Inmisericordes se hunden como cobrando el placer sentido,
Tu vientre se estremece, Los sentidos se nublan, los cielos se caen, mueren los dioses,
El tiempo se detiene…….
…… un profundo respiro simultáneo, casi sincronizado nos vuelve a la vida, a esta vida.
Adivino tu sonrisa, muerdo tu beso,
Y un dulce te amo nos hunde en el sueño.
….. Tic – tac descansa mi amor, descansa.

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SALIVA Y DESVELO

Martín Campa Martínez

Los amantes se despojan de su luz
al llegar la penumbra.

Se olvidan de todo,
cobijados por la tibieza de un suspiro.
Ni la luna, vestida de nostalgias,
se atreve a molestarlos ahora.

Entonces el viento contempla a esos enamorados
que se beben gota a gota,
ebrios de gozo,
mientras un olor a misterio
invade aquella habitación,
y un profundo terremoto
rompe los tornillos de aquellos cuerpos
que al frotarse sacan chispas de dulzura.

Los amantes -saliva y desvelo-
se untan la lengua uno al otro.

Con leves quejidos hacen trepidar los labios
que nacen en sus manos
y semejan eclipses diferentes.

Los amantes, silenciosos,
se desaguan uno sobre el otro...

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DESCÚBRETE

Javier Aranda

Ven y descúbrete tú misma,
o deja que yo te descubra,
¡suéltate, siéntete y déjate!

Silenciosa, bárbara, negra niña,
nómada como cuando desnuda
accediste a la locura expuesta.

Tú sabes encontrar mi cuerpo,
entretejes la lluvia elemental
con hilo de satín, desnudándote más.

Sales junto al brocal de locura,
transformando un poco mi animal,
mi tumba, mi beso y mi fortuna.

Ahora, indomable médula,
octubre, hermosa misericordia,
muchacha fiera y ninfa…
estatua confrontando mis huesos,
inundas mis temblores fúnebres,
quebrando mis asombros y presagios.

Hoy te encuentras ante mí,
buscándote en mis pupilas,
tropezándote con mi cuerpo.

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AMOR SIN EDAD

Margarita Medina Vega

Quédate conmigo al alba
de espaldas al atardecer.
Y así, tomados de la mano
miremos juntos las estrellas
suspirando por viejas primaveras.
Quédate, y regálame el silencio
de tus sueños ya dormidos.
Siente el calor de mi cuerpo
que desea me regales esta noche,
sin pasiones que atormenten.
Solo la dulce canción de tu mirada
compartiendo un universo.
Besemos nuestros recuerdos
Y de los latidos del corazón,
bailemos una sonata bajo la luna.


A la memoria de Herminio Martínez

      Herminio Martínez, maestro, guía, luz, manantial, amigo entrañable y forjador de lectores y aspirantes a escritores. Bajo sus enseñanz...